No existe el lugar adecuado para él entre todos ellos. Ha de recogerse y mantener el muro levantado, vigilado por soldados armados, el puente levadizo siempre arriba... ¿Por qué mostrar los secretos que nadie sabrá compartir? ¿Por qué franquear la entrada a quien se sentará a la mesa sólo para saborear olores nuevos, diferentes, de los que acabará harto, saciado y enfermo?
Ellos se mueven, charlan por sus teléfonos muertos, toman sus vasos con manos que sólo sienten cristal y miran con ojos que sólo ven verde en la hierba... La lluvia se acerca, se huele, y ellos sacarán sus paraguas para no mojarse... insensatos. Y mirarán extrañados su paso lento, su frente empapada de lluvia de mayo, mientras se refugian en su propia vida y encierran su alma en rutina enferma. Leen pero no comprenden, y algunos ni siquiera saben leer. Son aves con alas cortas y estómagos llenos que nunca emprenden el vuelo, condenadas a vivir en tierra, ocupadas en encontrar su grano y dormir pronto su noche. Saciados de vida simple, de hambre saciada y sin más hambre.
La cerveza apurada exige un movimiento urgente. Se marcha solo entre gente, hacia las calles estrechas de esta ciudad en ruinas, con fachadas descoloridas, con ginja, faro, puentes de metal rojo y veleros atracados. Rodeado de un muro elegido, así camina...
0 comentarios:
Publicar un comentario