Me debes Verona, me debes París,
un atardecer en Granada y después...
la luna llena.
Tus pies desnudos en mi cama,
una sonata completa,
tres puntos de sutura en el alma
y una vida que empieza.
Me debes la noche y tu pecho que tiembla,
y el sexo, el placer, la saliva...
mi arañazo en tu espalda y tu orgasmo
y la cama deshecha y después...
una manzana mordida.
Y pudrirnos al fin,
maquillaje en la ducha y un cajón con tu ropa,
una carta firmada y también...
esa frase partida tatuada en mi piel
y después...
y después en la tuya.
...
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