Atravesó la calle bajo el sol de principios de julio, estaba completamente desierta. A través de las ventanas abiertas se escuchaba el griterío ininteligible de los programas de sobremesa... arduo trabajo el de convertir personas en soberanos estúpidos. Estaba seguro de que ése era el problema más urgente hoy en día... la completa incapacidad de pensar del ser humano, su desmedida gilipollez. Los árboles que interrumpían la acera cada pocos metros apenas proyectaban una sombra donde cobijarse, todo a su alrededor ardía... joder, cómo odiaba el maldito verano. Cuando metió la llave en la cerradura de su portal se sintió aliviado. Una atmósfera un par de grados por debajo de la exterior le hizo sentir en el polo... Seguro que volvía a caer enfermo este año, vieja costumbre de perro flaco. Subió despacio las escaleras, inspiró el olor a madera gastada de cada escalón, observó las puertas cerradas que llevaban años sin abrirse en cada descansillo, disfrutó de un edificio esquelético y vacío excepto por su último piso, habitado por un tipo siempre extraño, hastiado de sí mismo, en ruinas.
Dentro de la buhardilla todo era desorden, los libros se amontonaban unos sobre otros en cualquier lugar. Algunos estaban gastados y malheridos, otros, nuevos y de brillantes lomos, apenas habían llegado a ser abiertos, otros, simplemente, se cubrían de polvo y tiempo arrojados en un rincón. Repartidos entre todos ellos, tickets de compra, objetos sin utilidad aparente, una caja de galletas vacía, una lámpara sin bombilla, restos de incienso quemado, vasos vacíos, botellas vacías, papeles manuscritos de frases tachadas... En el centro de la mesa la pantalla de un ordenador blanco, arrodillados bajo ella un teclado manoseado y un ratón. Arrojó el bolso en el suelo y se sentó en el sillón negro barato que esperaba paciente y en silencio frente a la pantalla. Comenzó a teclear...
"Una nube gris lo acompaña esta mañana. El resto del cielo está cubierto, pero él distingue su nube de entre todas las demás... Es la única que no llueve. La escucha temblar mientras se aguanta el agua. Decidió salir a caminar bajo la lluvia antes siquiera de retirar las cortinas de la ventana. Ésa noche tampoco había podido conciliar el sueño. Ahora camina por las calles que ha caminado mil veces, dobla las esquinas que ha doblado hasta perder la memoria. No tiene prisa. Ya no. Desde hace unos meses le ocurre algo curioso... ha caminado esas calles durante años, las conoce, forma parte de ellas, pero ahora, esta mañana, las mañanas anteriores, cada vez que sus ojos se cruzan con un lugar compartido contigo es ése su único recuerdo. Tu presencia ha borrado los años. En aquel banco estuvisteis sentados, en aquella mesa tomásteis café, bajo aquellos árboles anduvisteis... No importa que te hayas ido, no importa que no vayas a volver."
Retiró los dedos del teclado y se reclinó sobre el asiento mirando fijamente las palabras. Basura... Un golpe de tecla devolvió las frases al estercolero del que nunca debieron salir. Últimamente su mente se había convertido en un vertedero del que no surgía nada que no apestara. Se levantó y caminó unos minutos sin rumbo entre el laberinto de objetos que formaban pequeños caminos por toda la casa. Abrió un armario y sacó una botella de whisky. Ante la evidente escasez de vasos limpios decidió no usar ninguno, así que volvió a sentarse con ella en la mano y regresó a la pantalla en blanco. Al tiempo que tomaba el primer trago, una frase no tecleada comenzó a formarse...
- Me das vergüenza...
Todavía con la botella en los labios abrió los ojos de par en par. Notó el alcohol recorriéndole la garganta al mismo tiempo que un escalofrío le recorría la espalda. Se acercó un poco más.
- Eres un escritor mediocre, eres una persona mediocre... Deja de compadecerte, me das náuseas.
Cerró los ojos y se los masajeó con la mano libre, cuando volvió a abrirlos estaba frente a una pantalla en blanco de nuevo. Joder... realmente estaba volviéndose loco. Apoyó la botella sobre la mesa, clickeó sobre el icono de un sobre cerrado y comenzó a escribir...
" Hola pequeña... hoy me he movido por los mismos lugares, y una nube gris me acompañaba... Sabía que era la mía porque era la única que llovía... el día era soleado, ya sabes, esos de ojos entornados que me hacen tanto daño. He querido sentarme frente a aquella cristalera, he querido enterrar un momento sobre otro nuevo, he querido taparte con un instante y no he podido. He observado la misma mesa desde el otro lado, he odiado a todas las personas que, a su alrededor, habían tenido la desfachatez de dejarla vacía. He querido quedarme allí, de pie, y sólo he podido caminar. Me pregunto si sigues tomando café a todas horas, si terminaste aquel libro eterno, si sigues usando el perfume de aquella tarde, si te sigue costando tanto despertar en las horas pares... Me pregunto dónde estás. Te equivocaste, la rabia no pasó, sí me convertí en algo bastante peor de lo que era, el odio acabó siendo mejor amigo que los amigos. Te equivocaste. Has pisado mis recuerdos hasta reducirlos a uno sólo, hasta reducirlos a ti. Y te equivocaste, se puede vivir aplastado en el fondo del pozo, se puede uno alimentar de la carroña del alma hasta ponerse enfermo, se puede estar enfermo de anhelo y de nostalgia. Se puede echar tanto de menos que el echar de menos se convierte en aire para respirar. Existe la desesperanza interminable, existe el rechazo de los demás, existe el enfado aunque la vida sea corta... Existe la enfermedad que vomita palabras envenenadas, existe la cuarentena...
Estoy enfermo, necesito postrarme en cama, necesito una bocanada de sueños como los que perdí, necesito el aire que tú respiras. Necesito los días que me robaste, necesito el pedazo que me robaste. Tú... tú me diste la vida y me dejaste morir. Te odio... odio tu voz a mil kilómetros, odio tu fantasma del salón, odio tu cabello entre mi ropa, odio todo lo que me diste y luego te llevaste. Me odio... odio mi sarcasmo cabrón que se alimenta con rabia, odio mi mirada perdida, mi insomnio, mi resentimiento hacia esta puta vida. Odio echarte tanto de menos... "
Se levantó y se asomó a la ventana. Mirando hacia abajo trató de imaginar un salto al vacío. Con la botella aún en la mano, apoyó la frente contra el cristal. Cerró los ojos un segundo antes de que un espasmo deshiciese el nudo de su garganta... Un par de lágrimas se deslizaron lentas sobre el cristal mientras trataba de recuperar el aliento. Cuando consiguió hilvanar un par de respiraciones profundas, cuando se secó sin nada más que sus propias manos, se dejó caer agotado en el sillón ante la mesa. No releyó, no deshizo ni una frase escrita, simplemente escribió una dirección de correo electrónico en la casilla en blanco correspondiente y clickeó ENVIAR... Cuando el sistema le mostró la necesidad de adjuntar un ASUNTO, sólo escribió... "Me pregunto de qué color son hoy tus ojos..."
Una sombra me persigue. Intento esquivarla por calles estrechas, plazas atestadas y cruces de caminos. He probado a cambiar de casa, de trabajo, he abandonado a mis amigos y también a la gente que odio. He cambiado de nombre, de aspecto... he volado miles de kilómetros... he conducido unos cientos. Una vez me asaltó el alivio de haberla perdido, y se sentó a mi lado en el andén mientras esperaba... otra vez me sentí solo en casa y ella me observaba dentro de un armario. Una sombra me persigue... ¿cómo esconderse cuando llega la noche y las luces se apagan?
Desconozco sus intenciones. No me habla. Solamente me mira. Le he gritado que se marche y no ha dejado de mirarme. A veces entra en mi cuerpo a través de la garganta y se tumba dentro de mi estómago. Durante horas me retuerce las entrañas y la oigo reír. Cuando me abandona, más tarde, sigue riendo. No tiene forma... en realidad sí la tiene, pero no siempre es la misma. A veces aparece como un yo oscuro que se arrastra por el suelo. Otras toma una forma de sobra conocida, de anhelo y nostalgia, de momento vivido. La forma de un cuerpo, de unas manos acariciadas... En los días grises sujeta mi hombro bajo la lluvia, cuando el sol entra por la ventana al alba, está tumbada en mi cama. Desconozco sus intenciones. No me habla. Sólamente me mira.
No dejo de huir... Una sombra me persigue... ¿cómo esconderse cuando llega la noche y las luces se apagan?
Desconozco sus intenciones. No me habla. Solamente me mira. Le he gritado que se marche y no ha dejado de mirarme. A veces entra en mi cuerpo a través de la garganta y se tumba dentro de mi estómago. Durante horas me retuerce las entrañas y la oigo reír. Cuando me abandona, más tarde, sigue riendo. No tiene forma... en realidad sí la tiene, pero no siempre es la misma. A veces aparece como un yo oscuro que se arrastra por el suelo. Otras toma una forma de sobra conocida, de anhelo y nostalgia, de momento vivido. La forma de un cuerpo, de unas manos acariciadas... En los días grises sujeta mi hombro bajo la lluvia, cuando el sol entra por la ventana al alba, está tumbada en mi cama. Desconozco sus intenciones. No me habla. Sólamente me mira.
No dejo de huir... Una sombra me persigue... ¿cómo esconderse cuando llega la noche y las luces se apagan?
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