Cada día suena el despertador dos veces. Rutina absurda y agradable que se repite desde niño siempre que duermo solo. La primera avisa de que la vida se ha puesto en marcha pero puedo seguir ignorándola bajo las sábanas, la segunda es la propia vida gritando que me necesita. Terca y obstinada se resiste a comprender que yo no a ella. Hasta ahora siempre me he rendido, rutina absurda y desagradable que se repite desde niño siempre que duermo solo.
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