sábado, 3 de marzo de 2012

Fotografía

   Sentía los golpes dentro de su cabeza como un latido interminable, cada vez más fuerte. El sol, maldito sol, entraba a raudales a través de las cortinas y no le dejaba apenas ver. Acababa de despertar de un sueño breve y desagradable provocado por el cansancio de semanas cargadas de preguntas. Tenía ganas de vomitar. Los días se estaban sucediendo sin ningún propósito, la casa estaba fría. Había soñado que estaba dentro de una fotografía... Una fotografía que conocía, que recordaba, tomada en un lugar desconocido para él... en un lugar deseado por él. En su sueño, él, estaba dentro de ella, sentado sobre un manto de hierba verde... debía de ser verano. Una brisa agradable le hacía sentir bien... Pero, en su sueño, sentado sobre el manto verde, mientras disfrutaba de una brisa agradable, una sombra oscura le empezaba a recorrer la espalda. Sólo un segundo después sentía nacer el terror. No el terror que nos provoca un grito ahogado mientras somos perseguidos en una pesadilla, ése terror es demasiado vulgar. Era el terror de la ausencia... el del vacío... el que nos hace caer por un agujero oscuro... un agujero interminable cargado de sombras, que se ríen a nuestro alrededor mientras nos hundimos. Era ese miedo a la verdad, a la certeza de que no vale la pena continuar porque más allá no habrá nada que nos retenga. La sombra que comenzó en su espalda llegaba hasta sus ojos justo en el instante en que giraba la cabeza y ella no estaba allí... Él la recordaba allí sentada, con su pelo negro sobre los hombros, con su mirada perdida... pero ya no estaba. En el sueño, y en su pecho real, el corazón se aceleraba hasta dejarle sin respiración. La ansiedad y el sufrimiento de toda una vida se concentraban en ese segundo... un dolor físico le atenazaba la garganta mientras intentaba dejar salir el grito... -¿Dónde estás?-... En ese momento abrió los ojos.

   Había gritado tan fuerte que el grito se le escapó del sueño en forma de susurro en la vigilia. Las lágrimas que recorrían su mejilla sin afeitar, mojaban el brazo del sofá sobre el que se había rendido. El vacío, la ausencia, llenaban la habitación. Esas dos palabras, que le habían perseguido en las últimas semanas, se le cayeron de nuevo... -¿Dónde estás?-...  El sol, maldito sol, entraba a raudales a través de las cortinas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Deja de buscar lo que no es real...

Luis Larraya dijo...

Buen consejo pero... ¿Qué es real?

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