martes, 25 de febrero de 2014 0 comentarios

Audrey

Conocí a Audrey Hepburn
en el asiento de un tren
cerca de la costa.
Ponían "Desayuno con diamantes",
y juro que no soy
de películas dulces,
pero... joder
no podía apartar los ojos
de la pantalla.

Creo que el tipo del equipo A
hacía de escritor mantenido,
y que había un gato.
¿Qué más da?
Yo sólo la miraba a Ella.
Así que decidí ponerme
a escribir en el mismo andén,
con la maleta al lado.

Ése tipo escribía
la misma mierda que yo,
pero coño,
al final se quedaba
con mi Audrey.
0 comentarios

el padrino

estoy viendo el padrino en la tele,
me enciendo un cigarro,
a veces hablan italiano
y no miro los subtítulos
por si les entiendo.

hay que joderse
yo quiero ser de Niro,
perdón, Don Corleone,
qué seriedad, qué honestidad
para asesinar.

eso es lo que a mí me falta
para hacerte una oferta
que no podrás aceptar,
calarme la gorra
mirarte a los ojos.

joder, cortan para publi,
ahora que estaba marcando
para decirte
que te quiero
contra la pared de mi cocina.
domingo, 23 de febrero de 2014 0 comentarios

Enséñame

   Eres una referencia temporal, una boya, una baliza que flota en medio de mi vida marcando el punto exacto, con luz parpadeante y terca, en el que se produjo el naufragio. Ahora lo miro desde lejos, desde tierra firme, desde las madrugadas en las que aún te dedico una respiración, un latido, antes de dormir. Eres un segundo detenido en medio de los juegos de palabras que se me amontonan en la punta de los dedos. Encuentro una factura olvidada en un cajón... una entrada de cine... una frase escrita a mano, que tiembla con la fecha del instante junto a la firma, y pienso...
   16 de mayo... 2013... estoy jodido... no podía encontrarte porque discutimos... porque yo sabía que no era posible y tú lo jurabas... 6 de febrero... 2010... no te conozco todavía... ¿dónde coño estarías? Qué cambio, qué minúsculo movimiento, qué calle no deberías haber cruzado para no encontrarnos años después... 8 de noviembre del 93... yo estudio, claro, dieciséis años de libros y fantasías... deseos, orgasmos amañados, miedos... un tipo sin construir que luego se me rompería entre las sábanas... y tú ya existías.
   Es un baile, una tormenta que gira alrededor del ojo en calma. Me pregunto por qué me cuesta tanto despedirte, construirme un desierto desolado amontonando tus mentiras, que no me atreva a cruzar... colocarlo entre nosotros. Nunca me gustaron las despedidas, es cierto, quizá sea eso lo que me frena, o quizá simplemente te echo de menos... sin más. Echo de menos cada uno de tus huesos, siento la nostalgia de tu aliento, tan caliente cuando se me escapaba de tus labios entreabiertos en tu portal, en tu ascensor, en tu cama. Me ha dado por recordar tus pechos bajo la blusa cuando me hablabas en aquella terraza de Fuencarral, tus pies descalzos sobre la arena con la que cubrimos el suelo de mi casa para convertirla en una isla. Quizá sea una ventaja, quizá seas ese punto inmóvil en el centro de mi esfera, ése que nunca tuve, ése a partir del cual uno puede sentirse vivo o muerto... ése al que siempre regreso cubierto de basura desde el vertedero... ése con el que me castigo cuando olvido que visto un disfraz de impostor, cuando me descubro con la mirada fija en otras piernas mientras las comparo con las tuyas abiertas para mí...
   ¿Dónde coño estás? Préstame el mapa que seguiste para olvidarme, escóndeme la fórmula dentro de una botella, házmela llegar, no hay nadie más en esta playa. Me cabreo cuando te sueño, enséñame el modo de transplantarte de mi cabeza hacia la nada.
 
domingo, 16 de febrero de 2014 0 comentarios

IX

Me construí tu pira funeraria con las fotos que me quedaban,
un par de cartones de Lucky, un mechero
y alguna que otra de tus curvas a ciegas de a sesenta,
o cualquiera que fuera la puta velocidad
con que querías tomarlas.

Y ardiste... joder si ardiste...
como una santa en sábanas blancas,
como una piedad sin virgen, como una niña
desvirgada en vagones de metro, en autobuses verdes por Madrid
y en todos esos versos que escuchabas para hacerte mayor.

Era hipnótico... tus llamas cambiaban de color
según quemaban las palabras, las sonrisas y los ojos.
Me puse enfermo de nostalgia cuando ardieron tus caderas,
ya ves, aún las agarro en el aire para evitar la caída.

Luego me vine a este bar, en la mesa de la esquina,
donde me enseñaste a levantar tu falda bajo la cerveza,
para aprender lo húmeda que es la vida.
El de aquel baño donde te pusiste de rodillas para rezarme.

Y sigo preguntándome qué es lo que viene ahora,
si vendrán divanes o polvos sin receta,
clonazepam, diazepam...
si volveré a perderme en cualquier entrepierna
como cuando no estabas
y yo era miembro fácil y sólo labios abiertos.

Y escribo desde la casilla de salida del infierno
en que se convierten las noches sin tu almohada y sin tu pelo.
En un cuaderno, en una esquina, en una silla de madera,
en un posavasos manchado con las huellas que dejaban
tus tacones subiendo mi escalera.

Y me cago en todos los que sonríen,
y en los que me miran serios, y en los de "la vida sigue",
y en las aceras, y en el supermercado, y en la vieja del quinto
y en su puchero...
Y en los que me dicen que coma, que duerma, que folle...

Los que no te han conocido, el camarero,
los seguratas del metro...
y el jodido incienso que quemo cada noche para olerte.
¿Qué coño saben ellos?










 
;