Como os decía, no sufrí ningún ataque de pánico, ni sentí frío, ni se me erizó el pelo de los brazos... simplemente me dediqué a observarme. Lo único que sentía era paz... Sí, lo sé, estoy completamente loco. Un loco no diagnosticado, es cierto, pero total y absolutamente loco. En realidad, esa paz que se convirtió en lo único que era capaz de sentir, era la ausencia de dolor, de miedo, la ausencia de la ausencia que me llenaba. Y allí estaba yo, podía ver descansar mi envoltura, pero no podía ver la otra parte... no sé si flotaba, si me apoyaba en el quicio de la puerta, si me había convertido en una luz fantasmal, o si, simplemente, nadie podía verme.
Pero había alguien más aquí anoche. Al lado de mi cama, inclinada ligeramente sobre mi cuerpo, tan vacío en ese momento. Una chica de larguísima melena que cubría su rostro, también me miraba. Estaba muy cerca de mí mientras dormía, vestía de blanco, creo que en algún momento vi su mano rozar mi espalda. Sí, lo recuerdo. Era ella la que estaba haciendo salir de mí todo lo que me había convertido en una persona gris, vacía. Supe quién era en el mismo instante en que reconocí sus hombros desnudos y el color de su pelo. Puede que incluso algún día llegue a leer estas palabras con cara de incredulidad, los ojos muy abiertos. Quizá las estés leyendo ahora, chica de hombros desnudos y larguísima melena. Sólo escribo esto, otra vez de madrugada, para que sepas que anoche te vi mientras me soñabas.
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