martes, 19 de marzo de 2013

Como siempre

  Hoy me he despertado a las cuatro de la mañana. La televisión continuaba encendida sin volumen, como todas las noches en que cierro los ojos con un poco más de miedo a la oscuridad de lo normal. La luz blanquecina me tranquiliza y consigue que a veces pueda conciliar el sueño. Afuera, las farolas de la calle estaban apagadas y no había más que silencio. En verano, de madrugada, al menos hay algún sonido, pero ni siquiera estamos en primavera. Ya ha pasado casi un año. He intentado volver a dormir, he cerrado los ojos de nuevo envuelto en la luz mortecina de la habitación, pero era demasiado tarde, así que he decidido volver a pensar, volver a condenarme. ¿Cómo saber si las decisiones que tomamos son las correctas? Es muy sencillo mirar atrás y encontrar los momentos en que todo se transforma, las encrucijadas en las que tomamos el sendero que nos conduce hasta hoy, pero... cuando estás en uno de esos cruces de caminos... ¿cómo saber elegir? Las decisiones nos persiguen durante toda la vida, un sí, un no, una palabra o un silencio... ¿cómo lo hago? Hay personas que simplemente deciden, que no miran atrás, que no vuelven a decidir nunca lo que ya han decidido... Yo no soy así. Esos caminos que no he tomado me persiguen y se me amontonan, y no me dejan dormir.

   He dado mil vueltas arropado sobre el colchón, he respirado, he recordado, he intentado ver un poco más allá... Este duelo se está haciendo demasiado largo, este luto se está haciendo demasiado negro. Me he levantado y he metido la cabeza debajo del grifo, he procurado disolver las dudas con agua fría, pero al levantarla no he visto más que mi imagen en el espejo. ¿Soy yo el tipo que me miraba? ¿Soy yo? Debo de serlo, porque en sus ojos se leía que te echa de menos. Debo de serlo, porque ha temblado cuando te he recordado. Debo de serlo, porque un lobo aullaba en su hombro. Al volver a la habitación me he apoyado en el quicio de la puerta, tenía un vaso de vino en la mano. Me he sentado con las piernas cruzadas, sobre la cama, mirando la oscuridad al otro lado de la ventana. Sí, he elegido el camino correcto, he elegido la distancia después de que tú eligieras la huida, he elegido la cura, me he elegido a mí, espero que me perdones. He elegido atar mi mano para no llamarte, esperarte desde lejos hasta que ya no pueda esperarte. ¿Dónde estás?

   Durante todos estos meses he escuchado mil veces cómo debo quererme más, cómo debo pensar en mí mismo, cómo no debo perderme en batallas perdidas, cómo debo aceptar lo inaceptable... cómo debo olvidarte y vivir... ¿recuerdas? Dejar de esperarte. Me he sentido culpable, culpable de pelear, culpable de caer, de llorar, culpable de ser como soy. Pero ninguno de vosotros habéis comprendido nada. Vivir es lo que yo hago. Vivir no es huir de lo que sientes sin haberlo dado absolutamente todo, lo que eres. Vivir no es agachar la cabeza, inclinarse, aceptar la derrota sin luchar. ¿Hasta cuándo va a durar esta guerra? Vivir no es huir de mí, tenerme miedo... ¿recuerdas? Tener miedo... de nosotros... qué cobardía...

   Sí, he elegido el camino correcto, he elegido seguir esperándote, he elegido guardarte, he elegido echar de menos tu piel. No me importa lo que pienses de eso. No me importa la distancia, a mí no, porque la distancia es la que uno quiere que haya, porque la distancia no existe cuando uno no quiere, porque el mundo no es lo suficientemente grande como para sentirte lejos... porque no es tan grande como para que no fuera contigo a cualquier lugar. Pero tus palabras hieren, y un animal herido se esconde en un agujero hasta que deja de sangrar, o hasta que muere. No, no voy a buscar refugio en otras, no voy a vivir según tus leyes, pero no voy a perseguirte.

   Los asuntos pendientes me despiertan a las cuatro de la mañana. He intentado disolverlos con agua fría, con vino caliente. Anoche se fueron pasadas las seis, esta noche no quieren irse. Anoche dejé el vaso vacío en la mesilla, volví a arroparme, volví a tener miedo a la oscuridad, como cuando era niño. La televisión seguía encendida y en silencio, como ahora, yo seguía esperándote, como ahora, como siempre.
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