domingo, 10 de marzo de 2013

Añoranza


Desaparecer.

La palabra que se escribe dentro de mi cabeza.

Desaparecer.

Continuamente repetida, sin descanso, una y otra vez.

Evaporarse en una pequeña nube blanca a la vista de nadie. Sin restos, sin testigos, alejarse de la existencia enjaulada en un cuerpo de sangre, de huesos, de carne... No sentir nada, ni dolor, ni hambre de tí, ni añoranza de tus manos, de tu piel, de tu sudor, de tu sexo... No sentir el viento en mi cara, el roce de las sábanas congeladas, la lluvia contra mis ventanas... Olvidar tus noches, tu voz, tu risa, tus palabras... ¿Acaso no he desaparecido ya? ¿Acaso caminar ya no camino desde que tú desapareciste? ¿Acaso no he muerto?

Esta noche he salido de mi cuerpo buscando el tuyo. He vuelto a soñarte, a verte tras una ventana, bajo la luz anaranjada que dejaba fuera la noche, que me dejaba fuera a mí, al muerto. ¡Qué bonita estabas sentada ante aquel piano tan negro! Y cuando me acercaba, qué bien olía tu pelo. Qué marrones son tus ojos cuando los sueño.

Desaparecer.

Y luego el regreso. ¡Cómo dueles cuando regreso! El espejo, el agua caliente que se me lleva a trozos de mí... el espejo. La herida abierta que supura, cosida a medias, deshilachada. La sangre que se me resbala. La vida detrás de las paredes, el agujero que se la traga. Hoy he mirado mis pasos mientras caminaba. El suelo encharcado, el sonido de mis pies en una calle vacía. No había cielo, no había nada. Sólo mis pies aplastando el agua.
...

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