Estirado en el sofá y arropado con una gruesa manta de invierno, se concentraba en la lectura de "Desayuno en Tiffany's"... No se podía negar que Capote sabía lo que era ser un escritor. Llevaba varias semanas pensando en comprarse una Hispano-olivetti para buscar inspiración. Últimamente estaba convencido de que no podría salir nada con sentido de una pantalla tan fría. Quizá el mordisco de la máquina al folio en blanco le impregnase algo de vida o, al menos, las palabras quedasen mejor dibujadas, con ese relieve de letra hundida, que al recorrer la página escrita con los dedos da la impresión de respirar. Los personajes de una buena historia no merecen ser creados en una nube de pixeles, en una pantalla blanca que soluciona el error sin tachaduras ni anotaciones al margen. La atmósfera con aroma a incienso, proveniente de un cono humeante junto a la ventana, daba a la habitación un aire de santuario. Las paredes estaban habitadas por libros convenientemente desordenados para dar la impresión de genialidad en curso, así como de una mezcla de películas clásicas y de terror que habían perdido la cuenta de las veces que fueron vistas. Era casi la una de la madrugada, y unas ojeras cansadas enmarcaban sus ojos cansados, que se negaban a rendirse sin saber algo más de Miss Golightly y su gato sin nombre. Había pensado que terminaría de leer el relato esa misma noche, pero no contaba con el timbrazo del teléfono a ésas horas... Alargó la mano y descolgó en mitad del tercer tono.
- Diga... - Su voz sonó más fresca de lo que esperaba, nadie diría que llevaba un par de semanas sin apenas pegar ojo.
- ¿Estabas dormido? - Una voz dulce de mujer preguntó al otro lado de la línea. Era una voz joven, vestida con camisa negra entallada, con pelo negro y ojos que atraviesan la oscuridad... una voz que no podrías dejar de esperar.
- Aún no, estaba leyendo un rato. He tenido un día complicado... no me salía nada. ¿Tú qué has estado haciendo?
- Esperaba la hora de llamarte... - Las palabras sonrieron al llegar a sus oídos - Pero mientras tanto me ha dado por pasar el día planeando un reto... Mi reloj marca una hora menos... te propongo viajar al pasado y yo te espero allí. Podremos perdernos en lugares que yo veo por primera vez y tú acabas de ver un poco antes.
- Veamos si lo entiendo... ¿Propones que escape del insomnio viajando en el tiempo para recorrer sitios en los que he estado sólo un rato antes?
- Exacto... la diferencia es que la segunda vez que los visites ya estarás a mi lado...
- Me gusta el plan. Voy a ir engrasando mi máquina del tiempo... - Sus ojos brillaron por primera vez en todo el dia. - Pero dime, misteriosa voz del pasado, ¿acaso los lugares que compartamos serán diferentes mi segunda vez sólo por estar contigo? - La voz de él era despeinada, vestida con chaqueta marrón con coderas... acabada de llegar de un paseo bajo la lluvia.
- Así será si tus ojos miran de otro modo...
- Lo admito.... Nadie puede pisar el mismo lugar que ha pisado sólo, si cuando vuelve lo hace contigo. - Las palabras guiñaron un ojo.
- ¿Cómo estás? - la voz se desabrochó un botón más de la camisa y se puso cómoda.-No parece que estés durmiendo bien, me están llegando las quejas de tus ojos medio cerrados. Anoche, mientras dormía, me contaban lo mal que los sigues tratanto. Has de descansar.
- No les hagas caso... Estoy bien.
- No te creo... Te estoy leyendo estos días, no puedes engañarme. - La voz tenía cara de reproche divertido, y empezó a perfumarse las muñecas y la parte izquierda del cuello. Había cambiado a un color rojo brillante... Escarlata más bien.
- Está bien, seré sincero... Cada noche hablo con un gato blanco que llama a la ventana. Tiene tantas cosas que contar que ni siquiera tengo tiempo de dormir. Pero me está descubriendo que la vida puede ser diferente sin ser peor, que las letras tienen vida si se hunden en el papel usando una Hispano, y que puedes notar su respiración si las tocas. Luego se marcha al alba y me quedo sólo y sin Olivetti. Mis palabras no respiran ni se hunden en el papel, sólo parpadean junto a un cursor que no tiene alma, que se pone a su lado y se la roba a ellas también... Pobres... Han de agarrarse unas a otras para sujetarse y que el texto no se desmorone. Imagínate qué desastre sería tener que colocarlas a todas en orden de nuevo, si ni siquiera recuerdo cómo empiezo las cosas... - Y su voz olía a mar en calma y a sal lamiendo la orilla.
- Debes confiar en los gatos blancos del pasado... Ellos te siguen de cerca y saben volar sobre las ramas que tú no miras. Los cuentos viven ya impresos en el papel, bajo su superficie, sólo has de apartar la sábana que los cubre para dejar que todos los lean. - La voz era un maullido y un suave ronroneo. - Pero no son sus bigotes, ni su naricilla sonrosada, ni sus ojos, ni mucho menos sus uñas las que han de quitar la manta que cubre tus historias.
- Lo sé, por eso el alba me lo arrebata... Vuelve a mi pasado y planea nuevos juegos para mí... Te echo de menos... - La voz llovía sin refugio y calaba hasta los huesos.
- Pronto estaré de vuelta... yo también te extraño. Sólo espera... - Y un clic se la llevó hasta la noche siguiente.
Decidió rendirse y cerrar los ojos... Miss Golightly de escurrió entre sus dedos y se durmió apoyando la cabeza en su pecho.
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