"Piensas demasiado..." La frase se repetía una y otra vez en su cabeza, como una grabación insistente cuyo propósito era una causa perdida. Llevaba todo el día repoblando su entorno con sonrisas fingidas, escuchando frases que le producían nauseas saliendo de personas a las que despreciaba... Personas vulgares, personas normales, con problemas insignificantes, hormonados en sus cerebros vacíos hasta convertirse en problemas desproporcionados sólo para ellos. La capacidad de masticar el desprecio y tragarlo clandestinamente, mientras lo sazonaba con palabras de comprensión y ánimo, la había ido perfeccionando con el paso de los años hasta convertirla en una suerte de arte de tragar bilis con disimulo. Había terminado por preferir la soledad. Tantas noches, tantos días huyendo de ella, para encontrarse cómodo en sus brazos... La vida tiene un punto de ironía... "Piensas demasiado..."
Detuvo el coche con brusquedad justo delante de la cancela de entrada. Parecía que la calle estaba libre de vecinos, pero esperó un par de minutos para asegurarse... Al fin descendió a la calle desierta, introdujo la llave en la cerradura, y entró en su mundo ordenado hacía un par de días en un arrebato de búsqueda y de sacar la basura. Toda la basura. En algún panfleto infame de New Age había leído que el primer paso para ordenar la mente era ordenar el jodido salón de casa... Malditos vendedores de humo... Aunque debía reconocer que el ejercicio de sacar brillo a muebles baratos le había hecho detener por unas horas el pensamiento... "Piensas demasiado..." La consecuencia era que desde anteayer, los libros estaban en su lugar, los papeles sobre la mesa habían desaparecido y al fin se podía entrar en la cocina. Así que entró en su ordenado mundo para ponerse un whisky con hielo... Abrazado a él se sentó en el sillón y encendió la tele. Repasó mentalmente, entre sorbo y sorbo, todas las posibilidades de ver buen cine que le miraban desde la estantería... Se decidió por Bergman... Fresas Salvajes... Por qué no vagar un poco entre la mente atormentada de otro antes de ir a dormir... Dormir, una estúpida sonrisa, esta vez no fingida pero igual de lamentable, se dibujó en su cara. Llevaba más de seis meses sin pegar ojo más de tres puñeteras horas diarias. Sus ojos se habían hundido, y su barba, sin afeitar desde hacía más de una semana, le daba el aspecto justo de fracaso como para que nadie se preguntara qué hacía ese tipo con un whisky en la mano. Lo extraño para cualquier observador externo sería por qué demonios no tomaba algo más fuerte.
Trató de concentrarse en el viaje en coche del acabado profesor Isak Borg, muerto en vida, mientras se levantaba cada vez que necesitaba llenar el vaso. Al tercer parón comprendió que valía más la pena dejar la botella a su lado, en lugar de emprender viajes cada vez más a la deriva hacia la cocina. Al colocar las piernas encima de ella, uno de los libros colocados sobre la mesa, cayó al suelo dejando entrever la esquina de un marcador de página bastante particular. Recordó el momento en que decidió usar la foto de ella para marcar precisamente ese libro. "Déjame en paz... no te necesito..." En la pantalla, el bueno y estúpido de Isak recibía su sentencia... Su cicerón pronunciaba una frase... ¿La condena? Supongo que la misma de siempre... la soledad. Pobre Isak, tenían que explicárselo todo.
Cerró los ojos un segundo, se sentía mareado. No había comido nada en todo el día, y el alcohol comenzaba a cumplir la misión encomendada cada noche. Llegaba el momento de dejar de pensar... o de comenzar a pensar con lucidez. Afuera la noche se derramaba sudorosa y sucia, llamaba a la ventana con sus nudillos gastados de tanto ser usada... la abrió para dejarla entrar. Y cuando volvió al sillón el vaso ya no era necesario, la botella se ofrecía directa y llena de lujuria para que la tomara. Miró a su alrededor... joder, la verdad es que estaba todo asquerosamente limpio. Dejó de prestar atención a las imágenes en blanco y negro y recogió el libro del suelo. Lo abrió por el lugar en que asomaba esa maldita esquina de fotografía... había una frase subrayada con mano firme y bolígrafo negro... Tu vida no ha de ser superficial y tonta, porque sepas que tu lucha ha de ser estéril... Ése Hesse descarado, insolente, malnacido un dos de julio cien años antes, se atrevía a decirle siempre lo que no quería oír. Un alemán muerto sabía más de él que él mismo. Arrojó el libro sobre la mesa y sujetó la foto. "Piensas demasiado..." Una especie de corriente eléctrica subió desde ella a través de sus dedos, a través de su brazo, hasta alcanzar sus ojos cerrados... Los abrió para volver a mirarla. "¿Cómo te atreves a decir que se ha esfumado? No te necesito, puedes largarte cuando quieras... Mírame, ¿no lo ves? Me basto a mí mismo para seguir adelante... ¿Por qué tuviste que llegar?"
Se levantó tambaleante por última vez esta noche, los créditos desfilaban por la pantalla lentos e ilegibles. Apoyado en el respaldo del sillón consiguió abrir la puerta hacia la escalera y su dormitorio. A su espalda se verían toda la noche unas cuantas luces encendidas apoyadas por el resplandor de una pantalla en blanco negro. Subió la escalera agarrado a la barandilla como si fuera su salvavidas, llegó al dormitorio donde le esperaba la misma cama deshecha y se tumbó boca abajo. Levantó la mano izquierda y puso la foto frente a sus ojos. Afuera se oía el aullido de los perros del vecindario pero esta noche nada le quitaría el sueño. "Te odio... No me importas, nunca lo has hecho... Ya no... ¿Cómo coño querías que afrontara esto?" Unos ojos multicolor le devolvían la mirada en silencio desde el papel. Dejó caer la cabeza al fin en la almohada y se durmió a su lado.
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