¿Cuánto tiempo se puede vivir con un corazón que no late? Un corazón detenido, sin sangre repartida por los rincones del cuerpo, con la piel pálida y las manos dormidas. Luchando por una pizca de aire a bocanadas. ¿Cuánto tiempo se puede vivir? ¿Cuánto cuando no se quiere continuar, cuando te sientes cansado, cuando el viaje se hace demasiado largo y lo más importante no está ya dentro de tu maleta? ¿Cuánto dolor se puede sentir cuando cada respiración cuesta una vida, cuando el mundo se ha detenido para reírse de ti, cuando delante del espejo sientes náuseas? ¿Cuánto cuando despertar en la mañana o en mitad de la noche es abrir los ojos en medio de una caída oscura y fría? Un corazón que no late es un invierno demasiado largo, es un tren atravesando el desierto sin próxima parada, sin andenes, sin cafetería. Es una estatua de sal barrida por el viento, un animal enjaulado, una migración de aves hacia el este. Es un álbum de fotos de rabia y odio, de pena y de lágrimas sujetas, es una caricia en un pecho vacío.
Cuando colgó el teléfono pensó en el vacío de la muerte. Intentó imaginar la nada absoluta, la falta de luz, la falta de olor, de tacto... Trató de pensar en la falta de tiempo, concebir no la eternidad, sino la inexistencia de un momento, la ausencia de instantes. No lo consiguió. Así que se quedó sentado en el suelo, con la cabeza agachada y las manos cruzadas sobre la nuca. Una oleada de rabia le hizo temblar la espalda y lloró como un crío. Era 24 de junio, se celebraba el triunfo de la luz sobre la oscuridad, y el jodido día se negaba a terminar. El pecho le temblaba con las sacudidas del llanto, volvía a ser un niño herido tras una caída... sólo que esta vez la herida era mucho más profunda. Cuando consiguió calmarse levantó la mirada, la habitación estaba en penumbra. Se asomó a la ventana y allá abajo estaba el pueblo que le vio crecer, en silencio. Joder... el atardecer era precioso, a lo lejos la silueta de la montaña, ya oscura, ensombrecía el perfil de la ciudad que anhelaba. Maldita sea, deberías estar aquí para verlo, a mi lado. Respiró profundamente una vez, otra... consiguió retener las lágrimas. Abrió el grifo del lavabo y metió la cabeza debajo, el agua helada le llenaba de aguijones la nuca, la dejó caer por su cara antes de secarse. Se miró en el espejo... Las ojeras, los ojos rojos, la barba sin afeitar durante días. ¿Cuánto tiempo se puede sobrevivir sin latidos?
Cuando bajó las escaleras, en el jardín todos charlaban y reían. Nadie se había dado cuenta de que el mundo había dejado de girar. "¡Ya creíamos que nos habías abandonado!" Forzó una sonrisa y se sentó. La conversación, la cena... todo estaba a millones de kilómetros... él estaba a millones de kilómetros. ¿Cuánto dolor se puede sentir inventando una sonrisa? La noche anterior el sueño y el cansancio le habían vencido dentro del coche, aparcado junto a la acera. El alcohol le había conducido a un ataque de soledad tan profundo que no había podido llegar a casa. Había dormido una hora sentado frente al volante y, al despertar, le asaltó la desesperanza con tanta urgencia que le mantuvo pegado al asiento hasta el amanecer. ¿Cuánto tiempo puede seguir latiendo un corazón que echa de menos? Los brindis precedieron a la despedida... por fin la despedida. Sólo dos personas se mantenían sentadas cuando bajó de nuevo las escaleras. Se sentó a su lado. La noche era cálida, estaba en silencio. ¿Cuántas veces puedes compartir el silencio con alguien sin sentir que la necesitas?
- ¿Estás bien?
- No...
- No estás solo.
- Sí lo estoy...
- No puedes seguir luchando eternamente por esto... - Silencio.- Estamos en la trinchera contigo.
- Lo sé...
Al día siguiente no acudió al trabajo, ni siquiera necesitó abrir los ojos para despertar porque no los había cerrado. Sólo dejó una nota en su casa... "¿Cuánta distancia hace falta para olvidar un corazón podrido de latir?"
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