martes, 19 de junio de 2012

Un recodo en el camino

   Imagina una piedra. Una piedra gris en un recodo del camino. ¿Es feliz? Lleva siglos ahí plantada. Erosionada por el viento y la lluvia, por el polvo y la hierba. Su aspecto ha cambiado a lo largo del tiempo. Cuando era joven sus aristas cortaban, herían, se enfrentaban al mundo que la rodeaba con tenaz rectitud, con dolorosa constancia. El paso de las estaciones la fue ablandando, puliendo, sacándole brillo. El viento comenzó a deslizarse suavemente por su cuerpo al sol. Poco a poco se hizo adulta. La lluvia hizo crecer musgo en su espalda, algunos animales hicieron nido bajo su pecho. La vida comenzó a bailar a su alrededor sin normas, sin medida. Luego llegaron hombres y mujeres, y de tanto caminar construyeron un camino. Ella se quedó plantada, sus raíces muertas hundidas en la tierra la mantenían constante y orgullosa en la vereda. Construyeron casas, levantaron puentes, trajeron el agua del río a sus espaldas y la bebieron. Tuvieron hijos y algunos se marcharon... otros siguieron construyendo casas, levantando puentes, y trayendo el agua del río a sus espaldas... Hoy los caminantes la rozan con sus pies, incluso a veces, alguno se atreve a sentarse sobre ella para recobrar el aliento, para quitarse la gorra manchada de polvo y sudor mientras el sol envejece su rostro. Han pasado mil estaciones, pasarán mil más... La vida se representa delante de ella, y ella sigue ahí plantada, ya sin aristas, sin el orgullo de herir la piel de quien se le acerca, sin el valor de impedir el paso del viento. Es sólo una piedra gris, anclada en un recodo del camino... ¿Es feliz?

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