El frío enciende el cuerpo y el alma. Un viento frío de madrugada destierra el letargo hasta la tarde. La lluvia fría de otoño te despierta de tu sueño de verano. Una mirada fría en unos ojos amados... no, eso no despierta, eso destruye. Hay momentos en los que para despertar hay que ser destruído primero. Ser deshecho, desbaratado, despedazado y desmembrado hasta que el dolor es lo único que te queda. Únicamente cuando el dolor es lo único que queda, se puede desterrar para siempre. Sólo cuando el dolor se ha adueñado hasta de tu respiración, sólo en ese momento, puedes asesinarlo. Lo sé, yo lo he hecho. Justo después de aquella mirada tuya. Notaba cómo me deshacía, me desbarataba, me despedazaba, me desmembraba. Notaba cómo el dolor era lo único que me quedaba, cómo se había adueñado hasta de mi respiración.
Justo en ese momento, sólo en ese momento, se puede resucitar. El camino es largo porque hay que morirse bien muerto. El camino es largo porque hay que llegar a no ser. Pero una vez que no era, una vez que me morí bien muerto, entonces resucité. Porque me habías hecho tanto daño que no era yo el que se levantaba. O quizá sí era yo, pero más vivo y menos muerto. Solo en la oscuridad, desnudo y frío, tan frío... sólo y sin luz, como en el fin de una cueva profunda. Tan solo como estaba luché contra el dolor, contra la muerte, contra el vacío. Y tan solo como me encontraba, les vencí. Y cuando eché a volar tú ya no estabas. El sol calentó mi piel de nuevo. La sangre regresó a mis venas y mis ojos, y volví a ver. Pero ya no era yo. O quizá sí que lo era, pero más vivo y menos muerto. Y quizá ahora el que yo era ya no existe, porque fue deshecho, desbaratado. Y ahora yo soy algo que tú no conoces.
No has de temer lo que ya soy, porque ya no me importas. Te fuíste en aquella mirada fría, sin despedirte. Y ahora ya no siento tu piel como la mía. No siento lo que tus labios rozan. No siento tu sal en mi herida. No siento tu sangre en mi tripa. Te siento tan lejos que no te siento. Esto es una despedida, mi amor, mi sangre. Ya no eres más mi amor, ya no eres más mi sangre. Marcho solo por fin, un poco más vivo, un mucho menos muerto. Adios.
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