Todo aquello que nos sucede en la vida tiene una razón, un objetivo oculto detrás de los malos momentos, que nos conducirá hacia algo que, de otro modo, no podría haber ocurrido. Eso al menos es lo que he pensado toda mi vida... hasta hoy. Esta mañana, la luz que entraba por la ventana no era luz. Un amanecer a regañadientes que se negaba a suceder. Un cielo gris oscuro cubría la ciudad, y el sonido de los coches que se amontonaban en las calles, lentos a causa de la lluvia que les chorreaba del cielo, hacía que sintiera más hondo que nunca la suciedad de mi vida. El mundo apesta, no sé cómo podemos soportar el olor. Supongo que de la misma manera que nos habituamos a reprimir la náusea en un metro atestado a la salida del trabajo. Lo hemos aceptado de ese modo, porque pensamos que no hay otro modo. Estamos tan equivocados...

Así transcurre mi vida, en un ir y venir al trabajo, en un parar el fin de semana para poder emborracharme y llegar a casa a tientas, dejarme caer en la cama casi inconsciente, despertar al día siguiente para seguir borracho y retomar después el ir y venir al trabajo. En ese metro atestado de gente sudorosa, que reparte su hedor convirtiendo el vagón en una suerte de cámara de gas donde no mueres sino que lo deseas. Pero hoy va a ser diferente... Hoy he decidido que todo eso va a cambiar. Voy a agarrar mi vida, la voy a girar y doblar, la voy a modelar, la estiraré y esculpiré como siempre he soñado. No pienso callar ni un minuto más. El mundo será mío a partir de ahora, ese subnormal del espejo se va a quedar en el espejo.... bueno, creo que ya estoy bien afeitado. Voy a vestirme.
Muchos de mis compañeros de trabajo se sienten especiales por llevar traje y corbata. Miran a los otros ocupantes del vagón con esa mirada de superioridad que creen que les otorga el maletín de imitación de piel, que compraron en El Corte Inglés por cincuenta euros. Pero sólo hay que mirar sus zapatos baratos, con suela de goma, ésos que se compra la gente que quiere aparentar ser lo que no es, y que, por alguna razón oculta en su cerebro de gilipollas, creen que los demás no vamos a ver, para darse cuenta de lo que son. Una panda de palurdos, que en el siguiente transbordo se mezclarán con otra panda de palurdos, hasta convertirse en una legión de palurdos que vomitan las bocas de metro de la zona financiera a las ocho de la mañana. Un ejército de engominados macarras que calzan zapatos baratos y caminan entre edificios de cristal. Yo soy uno de esos tipos.

Salgo rodeado de fantasmas que comienzan a encender sus cigarros en cuanto ven la poca luz que nos recibe. Camino decidido entre ellos, la cabeza alta, la mirada resuelta y el paso firme. Noto cómo se apartan de mi camino, dejan paso a ése nuevo hombre que nace hoy. Voy a decirle a mi jefe que me largo, que es un maldito retrasado, que no aguanto ni un segundo más su aliento de fumador compulsivo que me asquea. Quiero ver sus ojos cuando le diga que es un mamón lameculos, que si estuviéramos en la calle le daría un sopapo. Voy a reírme en su cara, mientras le rompo en las narices la puñetera acreditación. No necesito esto, me iré de aquí, a un lugar donde poder ser quien yo quiero ser. Una sonrisa recorre mis labios por primera vez esta mañana. Hoy es ese día.
Enseño la acreditación al guarda de seguridad de la puerta, que asiente con la cabeza. Me dirijo al ascensor exultante, oprimo el botón de la planta quince y vuelvo a escuchar la misma cancioncita machacona de cada mañana. ¿Quién carajo elige la música de los ascensores? ¿Acaso no se dan cuenta de que te pueden llegar a sangrar los oídos por escuchar esa basura? LLega el momento, salgo del ascensor en su busca...
- ¡Hombre Luis! ¡Veo que ha preferido el afeitado al paro! Me alegra, a fin de cuentas le apreciamos...
- Sí señor González, creo que tenía usted razón...
-¡Pues ale! Ánimo, que aún le quedan unas cuántas horitas para el descanso, vaya actualizando su facebook o algo...
Nada de lo que nos sucede en la vida tiene una razón oculta. Me siento en mi mesa, enciendo el ordenador y actualizo mi estado... “Acabado¨.
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