domingo, 18 de diciembre de 2011

Cine

   Se sirvió un vaso de agua con dos hielos en la cocina. Le gustaba su sonido cuando golpeaban contra el cristal, y ya hacía demasiado tiempo que había decidido desterrar el alcohol como para capitular ahora. Apoyado en la encimera de madera bebió un sorbo mientras miraba a su alrededor. La casa estaba en silencio y penumbra. Es curioso cómo alguien a quien le aterraba la oscuridad, se encontraba ahora tan cómodo en la sombra. El otoño moría en la calle dando paso al frío de veras. Se sentía bien.
 
   Ya en el salón, encendió la televisión y se sentó con el vaso en el sofá. Desde que entró en antena el nuevo canal exclusivo de cine, había tardes en que realmente podría tener sentido sentarse allí durante un par de horas. En pantalla, un tren de principios de siglo atravesaba la sabana africana animado por las notas de Andrew Howgate... "Memorias de África" no parecía un mal plan en absoluto, así que decidió dejarse llevar y seguir sentado. Resultaba difícil permanecer tranquilo en una tarde como aquélla, llevaba unos días acosado por reflexiones continuas, encerrado en casa, y, cuando su cabeza no descansaba, era casi imposible que lo hicieran sus piernas. Normalmente se dedicaba a vagar de un lado a otro, comenzando tareas que nunca terminaría, cambiándolas al menor atisbo de llevar demasiado rato en el mismo lugar. Quizá unas horas con Redford y Streep lograran mitigar la hiperactividad al menos en parte.

   Pasada algo más de media hora, empezó a anhelar vivir en un lugar como el de la pantalla. Un lugar en donde el tiempo no es inmediato, en donde los días son lo suficientemente largos como para vivirlos sin sobrevolarlos. Hace ya unos años que esprintamos la vida, que la recorremos sin notarla bajo nuestros pies. Los viajes ya no duran semanas, las cartas ya no se escriben, los trenes no se mueven gracias al vapor... Somos adictos a lo instantáneo. Necesitamos las respuestas enseguida, no hay tiempo para la reflexión. Se nos olvidó lo que es esperar en casa una llamada... ¿llamará, no llamará?...

   Comenzó a sentir nostalgia de unos días que no había vivido, cuando la partida implicaba polvo en el camino, sudor y cansancio. Cuando lo importante no era llegar, sino viajar. Cuando se podía no ver a una persona durante meses sin sentirse ofendido, porque oye... estamos demasiado lejos. Se nos ha olvidado el placer de echar de menos, de desear durante días el reencuentro, de lamer un sello de correos pensando cuándo llegará...

   La pantalla del teléfono móvil resucitó acompañada de un sólo tono. Una sonrisa acompañó su mano mientras escribía tocando la pantalla.... "Te echaba de menos..." Pasaron sólo unos segundos hasta que bajo su frase surgió otra diferente, sobre un fondo diferente, con palabras diferentes... "Yo a ti también...". El viaje y la sabana podrían esperar, habías llegado.

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