miércoles, 28 de diciembre de 2011

Inspiración

   Son casi las cuatro de la tarde cuando alguien llama a la puerta. Una arruga de extrañeza recorre su frente... no espera a nadie. Se reclina un momento en el sillón de ruedas que usa para escribir tratando de sopesar las posibilidades... abrir, no abrir... no le gustan las visitas inesperadas, sobre todo en una tarde como ésta. Lleva meses trabajando en su nuevo libro, el plazo de presentación en la editorial está casi concluído, pero aún no tiene el final. No puede perder ni un segundo de su tiempo en visitas sin invitación. El timbre vuelve a sonar con insistencia... quizá sea algo importante... "¡Ya voy!" Resignado, decide aceptar que su destino para hoy no será escribir demasiadas líneas. Cuando llega hasta la puerta ya se ha arrepentido de levantarse, pero retroceder es de cobardes... ¿o no? No se da tiempo a sí mismo de seguir pensando y abre la puerta. En el umbral, empapado por la tormenta y con cara de no necesitar más que una palabra errónea para estallar, se encuentra con un tipo de MRW. Sostiene el paquete en su mano izquierda, y en la derecha le ofrece un aparatito de ésos que llevan los repartidores del siglo XXI, con una especie de lápiz, que no es lápiz, pero que sirve para firmar pantallas. El romanticismo ha desaparecido hasta del correo... ¿qué será de nosotros? Una vez cumplida la ceremonia, ya con el chorreante paquete, por fortuna envuelto en una bolsa de plástico, en sus manos, y despedido con amabilidad su desagradable portador, entra en casa. Usa unos pedazos de papel de cocina para secar los restos del aguacero que casi desdibujan el logotipo de los mensajeros. El paquete está dirigido a un tal Sr. Escritor Frustrado, que casualmente vive en su dirección. Debe de ser una broma de mal gusto, de ésas que se les ocurre alguna que otra tarde de aburrimiento a un par de tipos que conoce bastante bien. Bromas entre hermanos, cargadas de ironía, pero rebosantes sobre todo de mala leche. No puede evitar sonreír... malditos idiotas. No quiere ni imaginar qué será esta vez...

   Lógicamente no existe ningún remitente que asuma la responsabilidad. Abre el cajón de los cuchillos y usa uno de ellos para romper la bolsa de plástico. En su interior encuentra una caja de regalo negra, envuelta por un lazo escarlata. No es demasiado grande, algo más que un libro de bolsillo. Sobre la tapa, sujeta bajo la cinta roja que evita que se abra, asoma un pequeño sobre color hueso. Uno de esos sobres rugosos que siempre le ha encantado sentir en las manos... Dentro de él, una tarjeta del mismo color, con una sola frase escrita a mano en tinta negra... "No podemos encadenar nuestra inspiración, pero podemos guardar sus huellas...". No reconoce la letra, pero un latido más fuerte le hace sentir calor. Con la caja en las manos, llega hasta su sillón. La pantalla hace rato que fundió en negro, asesinando temporalmente las palabras que se amontonaban en ella. Aparta el teclado para dejar sitio a su misterioso regalo. Con delicadeza, deshace el lazo que sujeta la tapa, y se detiene a grabar el momento. Existe un enorme placer en retardar unos segundos el descubrimiento de un misterio... sobre todo cuando ese misterio merecerá ser recordado. Cuando se decide a levantar la tapa, sus manos tiemblan ligeramente... En el interior, tumbada sobre una libreta de notas con cubiertas de piel marrón, descansa una pluma negra y granate, con adornos en dorado envejecido. Una agradable sensación de calidez y de cariño le obligan a cerrar los ojos con una sonrisa. Tras unas cuantas respiraciones profundas se decide a abrirlos y deshacer el cuadro... sostiene entre sus manos la pluma, la recorre con sus dedos, la estudia... Retira la goma que cierra las tapas de cuero de la libreta, y ante él aparecen mil páginas en blanco... pero hay sólo una, la última de ellas, que contiene algo más. Justo en una esquina, con la misma tinta negra que escribió la nota, con la misma caligrafía que la dibujó, una serie de nueve números esperan. Alarga la mano para alcanzar el viejo teléfono de rueda que hay sobre la mesa y, uno a uno, va girándolos en el disco... Hay una voz al otro lado.

- ¿Cómo estás, lady?...
- Esperando oír tu voz...
- Espero que no te decepcione...
- No podría... ¿Qué haces?...
- Escribo... Está lloviendo....
- ¿Compartimos la tormenta?...
- Deja que coja mi abrigo...


 

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