domingo, 4 de diciembre de 2011

Tu piel... superficie sin fin, suave como la noche, sobre la que dormí ayer. Cálido lecho en que perder la razón si alguna vez la hubo, arrópame de nuevo hoy, déjame respirar tu olor, déjame tu calor como anoche hiciste. El frío quedó fuera, olvidado, desterrado por siempre hasta la mañana, cuando tu mano dejó de leerme, de estudiarme en cada esquina, en cada curva de lo que soy.

Tu pelo... lluvia sin final, oscuro como la noche, que me cubrió ayer. Aroma a vida entera, a tierra y a fuego, a agua que fluye y que llueve. No permitas que me separe, no dejes que me marche si no he de volver a tocarte, si no has de volver a cubrirme como ocurrió ayer. Deja tras la ventana el miedo, la soledad y la muerte. Deja que vuelva a soñar enredado en la negra caída que me regalaste. Déjame oler el mañana pegado a ti.

Tus manos... herramientas del deseo, dulces como la noche, que me tocaron ayer. Final de ti misma que deja de ser final cuando me rozas. Deja que tus dedos me continúen y me beban como anoche, deja que los míos se abracen a ellos hasta no sentirnos más que uno sólo. Nada más que tus manos han de volver a tocarme, nada más que tus manos han de volver a vivirme. Deja el fantasma en la esquina, no nos robará más caricias.

Tus labios... suaves almohadas donde reposar los míos, calientes como me besaron ayer. Vuelve a probarme en cada pasillo de piel, vuelve a temblar con cada sabor nuevo, vuelve a sentir el cielo y la luna en cada beso. Deja que sueñen sobre los míos cada una de las noches que nos quedan, como soñaron ayer. Ellos me leerán con dulzura y conocerán mi sabor y no otros.

Tus ojos... ventanas de la impaciencia por tenerme, como me tuviste ayer. Vuelve a cerrarlos mientras somos uno, vuelve a mirarme con ellos llenos, como anoche, de hambre de carne y deseo. Nadie más que ellos ha de iluminar mi viaje dentro de ti. Haz que nunca llegue la última estación, hazme sentir de nuevo parte de tu calor mientras me miran.

Que no acabe nunca lo que anoche comenzó, prohibamos lo prohibido. Que tu cuerpo siga siendo tuyo y mi cuerpo mío, para que nos los podamos seguir regalando, como ayer, siempre.

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