Ahí está... Resbalando por la mejilla, por la piel porosa, acariciando la nariz en el costado, llegando hasta el vello crecido sobre el labio. Cuatro días de barba sin recortar, casi se desmorona al atravesarlo, casi se rompe... como el alma. Pero es terca, obstinada, llega a la comisura de los labios y se deshace, salada... como el mar que nos separa, como el mundo que nos separa. Una pequeña gota, minúscula, insignificante, ¿cómo puede contener tanto? ¿Cómo puede guardar tanto de lo que soy, de lo que era? Una esfera temblorosa al frente, un reguero de pena en la espalda, un camino recto y después sinuoso, húmedo, mojado... Tiene sabor de tiempo perdido, de tesoro encontrado, de adiós, de hasta siempre, de me haces falta, te necesito... Sabe a nostalgia de piel, de susurro, de aliento en el cuello ajeno, de labios entreabiertos y ojos entornados. Sabe a vacío, a corazón destripado, a ojos marrones y pelo largo. Se lleva tus dedos, tu tacto, tu sudor y el mío. Se lleva la vida, se lleva el destino. Se me ha llevado a mí, a nosotros, nos ha secuestrado. Nos roba... ha entrado de noche mientras dormías, y se te ha llevado... ¿Cómo cabes en una lágrima con todo lo que has ocupado?
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