a tiempo parcial,
resucitaba mientras dormía,
y al despertar
volvía a estar muerto.
Los gatos callejeros
me acompañaban al trabajo.
Caminando conmigo
por las aceras
eran mi carcelero.
Todos eran blancos
o negros,
y como apenas dormía,
mi carne empezaba
a pudrirse.
Notaba dentro de mí
pequeños gusanos
de ira,
otros más grandes
de odio,
y un par muy largos,
oscuros,
alimentados de miedo
y vergüenza.
Al amanecer me tumbaba
en un ataúd forrado
de lino blanco,
muy suave,
que me cerraba de un golpe
la rutina.
Y la rutina era pena,
y un poquito de nostalgia,
y anhelo de piel concreta,
y de palabras,
de muchas palabras.
Y había un me voy
pero me quedo,
y un estoy
pero lo siento.
Incluso cerveza y amigos,
por supuesto,
y charlas hablando de sueños
y de viajes inventados.
Pero no estaba ella y yo
era un cadáver
a tiempo parcial,
con gusanos comiendo.
Y de repente,
ojos claros,
ojos tristes,
de repente...
enero.
0 comentarios:
Publicar un comentario