pero esta tarde ha regresado a lomos de un reflejo en el cristal de una pastelería.
He recordado su forma de detenerse cuando caminaba a mi lado,
su expresión de niña ante los pasteles de colores,
su predilección por las tartas de fresa, porque a ella le parecían una batalla de corazones rotos.
Cuando hablaba de esa manera yo me sentía lejos...
llamando a las puertas de un castillo sin princesa,
de murallas levantadas a golpes de desengaño, de huidas a la luz de las velas...
sin dragón que lo protegiera...
Nunca supe entrar en su laberinto.
He recordado sus madrugadas discutiéndole al olvido,
cuando se despertaba con la barriga revuelta de sueños y un susurro era la vida
y una caricia un gramo de morfina.
Jamás cupo tanta tristeza en unos ojos como los suyos...
yo me hubiese quedado a vivir en aquel color tan claro, lo juro, pero ya no cabía.
A veces me llamaba para tomar un café en Gran Vía,
y yo me bajaba un par de libros subrayados, con las páginas dobladas,
de aquellos que leíamos entonces.
Y ella me hablaba de la ciudad a la que se marcharía porque aquí ya no amanece.
Yo le leía las palabras marcadas alguna tarde
porque las ciudades no son de nadie y yo me moría cuando se iba.
Hace tanto que ya no sé de ella...
Sus pies eran pequeños, y yo los buscaba bajo las sábanas.
Algunas noches, mientras dormía, también buscaba entre su pelo el olor a pan y a tierra mojada,
pero ella no era mi casa... y al final también me dormía.
Quizá siga viviendo en lugares en que no amanece, quizá debí luchar cuando me dijo que no volvería.
Fue en aquel verano, afuera llovía... me cogió la mano y lo demás es ceniza....
Fue en aquel verano, afuera llovía... me cogió la mano y lo demás es ceniza....
"Digas lo que digas, yo en tu mano no estoy escrita."
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