Aquí me encuentro al final de todo. No ha resultado sencillo llegar, créeme. Y esta noche ni siquiera me apetece contarlo. Sólo te diré que estoy sentado sobre una roca en aquella sierra nevada, ¿recuerdas?.
Comenzaría como si fuera un cuento, con un "érase una vez en un lugar muy lejano...", pero lo cierto es que no lo necesito, porque los cuentos viven en las voces y no en las páginas, ni en las pantallas, porque no me ves ya las manos mientras te lo cuento y porque... joder, al fin y al cabo es una historia bastante vulgar. Cuando era niño, insultantemente niño, me caí en una piscina sin saber nadar. No elegí para tan glorioso momento la parte menos profunda, en la que también me hubiera ahogado, sino que caminaba yo por el borde más alejado de la salvación. No sé qué carajo estaba haciendo allá, en la orilla de la piscina quiero decir, porque sí sé que era verano, vacaciones... y que estaba en el pueblo de mi padre, al que llegábamos siempre por aquellas fechas en peregrinación de carretera secundaria, ausencia de aire acondicionado y presencia inolvidable de tapicería de terciopelo granate. No recuerdo nada del incidente... más bien casi nada. Me refiero a que no guardo más que un par de imágenes nítidas entre mil difusas, y una sensación tan real y tan profunda de aquel instante, que imagino que todo lo demás lo puede haber creado mi propia mente para que no se quedara sola. Es posible que anduviera persiguiendo una de aquellas avispas que deambulaban siempre por la piscina, esos días en que la picadura de una de ellas, en mi cerebro de crío, equivalía poco menos que a la muerte... o que el niño ya fuera rarito desde que lo soltaron en este mundo y tuviera ya esa tendencia a alejarse de la gente.
De repente todo era azul, azul claro. Prueba de que los miedos se alimentan con los años es que ahora soy incapaz de abrir los ojos debajo del agua, pero aquella tarde, o mañana, no lo sé, los abría de par en par mientras me hundía a plomo bajo el agua. Descendía despacio, o quizá el tiempo se ralentiza en los recuerdos igual que tu corazón se ha ralentizado con los meses... Está bien, lo sé, vuelvo a andarme por las ramas, perdona... El caso es que llegué al fondo. No sentía miedo, te lo aseguro, tampoco me dio por inhalar medio litro de agua y ahogarme allí mismo, qué va, simplemente lo miraba todo. No hay mucho que ver en el fondo de una piscina cuando eres el único habitante, así que supongo que decidí, al tocar el suelo, empujarme hacia la superficie con los pies... ¿Raro no? Tengo algunas teorías sobre eso, bastante más espirituales, metafísicas... o esquizofrénicas. Quizá algún día llegue a contártelas. El recuerdo del viaje a la superficie se hace más borroso, al fin y al cabo ya había pasado por allí hacía un rato y no le prestaría demasiada atención. Lo siguiente fue aire en los pulmones, idéntica sensación de calma que cuando me hundía, y alguien que se acercaba porque había notado que el nene acababa de emerger de entre las aguas, como Excalibur en manos de la Dama del Lago.
Los adultos allí presentes podrían con facilidad desmontar esta historia con la objetividad que les corresponde... o puede que no. Pero de aquellas paredes azules me llevé dos cosas... una fobia absoluta hacia las piscinas, (que siempre me ha intrigado porque no tuve miedo, como ya te he contado), y la sensación de que si no me quedé allí abajo es porque tengo algo que hacer aquí arriba.
Pasaron años hasta que la fobia se fue diluyendo y, aunque ahora sé nadar, no las tengo todas conmigo. Lo otro se ha transformado en un egocentrismo suicida en el que me creo capaz de derribar cualquier muro, aunque sea a cabezazos... y en la costumbre insana de creer que cuando me dices imposible, es porque me estás retando para que lo logre. ¿Recuerdas aquella estrofa de Los Rodríguez?.. Claro que la recuerdas. Y yo soy el mejor en eso, cielo, en abrirme la cabeza contra tu pared. Y ahora me da mucho más miedo respirar el olor de tu cuello cuando duermes desnuda, que una bocanada de agua a tres metros de la superficie. Mucho más saltar desde tu pecho que desde esta roca en la que me he sentado.
Y aquí estoy al final de todo. No ha resultado sencillo llegar, créeme.
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