viernes, 6 de diciembre de 2013
Hopper
Un cuadro de Hopper colgado en la pared recién pintada. Dentro de él nos asomamos a través de una puerta abierta, en la habitación sin ventanas una mujer semidesnuda se encorva sobre un papel desdoblado que apoya en su rodilla. Está sentada al borde de la cama, no sabemos si la habitación es suya o lo ha sido, maletas en el suelo y un vestido abandonado en el brazo de un sillón verde. Podemos espiar sin miedo, podemos preguntar sin miedo, no girará su cabeza, no nos descubrirá asomados desde el otro lado del lienzo. La soledad son preguntas y maletas, ropa desperdigada y habitaciones provisionales.
Observaba el cuadro desde la cama, con las manos cruzadas detrás de su cabeza. Era media mañana y el sol entraba a raudales a través de las cortinas, desbocado después de una semana de lluvia terca. Lo había colgado dos días antes, ignoraba la razón y, desde luego, no le importaba. Sintió el roce de unos pies desnudos bajo las sábanas y la miró. Ella inhaló esa bocanada de aire salvador que nos despierta después de los sueños profundos, se acercó a él y le besó el pecho.
- ¿Por qué crees que está tan triste?
-¿Quién? - Ella preguntó casi sin voz, despierta a medias, con el cuerpo aún dolorido.
- Esa chica. Fíjate, está mirando un papel en blanco, al menos nosotros lo vemos así, vacío. Quizá quiera escribirle algo a alguien.
- Joder, ¿qué más da? - Deslizó la mano entre sus piernas, se sentía más despierta buscando despertar algo más en él, siempre lo conseguía con facilidad. Y qué coño, le gustaba hacerlo por la mañana.
- Para. Mírala. No sabemos si es de día o de noche, si se marcha o acaba de llegar, si está en casa o en una pensión de mierda. No sabemos quién es, sólo que se sienta a mirar un papel en blanco en una habitación minúscula y que está triste.
- ¿Y cómo sabes que lo está? Yo conozco un remedio para eso, podría enseñárselo ahora mismo... - La frase se perdió en sus labios a medida que los iba acercando al cuello de él. Una sonrisa de satisfacción y de conquista cuando notó que el trabajo entre sus piernas comenzaba a dar fruto. En cuanto sintió su sexo crecer, él deslizó la mano hacia la de ella y la sujetó con fuerza llevándose ambas soldadas hasta el pecho.
- He dicho que pares... Yo creo que acaba de llegar, ¿sabes? Creo que ha llegado a ese lugar buscando a alguien y que va a escribirle, pero que tiene tantas cosas que decir que no puede empezar, por eso se pone triste... O quizá no, quizá lo que ocurre es que se marcha, que cogerá un tren a la mañana siguiente y ha dejado preparados el vestido, el sombrero y los zapatos para poder dormir un rato más. Quiere despedirse, quiere hacerlo sin dolor, pero tampoco puede, y por eso se pone triste...
- Estás hablando demasiado... no quiero hablar precisamente. - Se inclinó hacia él y le besó en los labios, lo acercó hacia ella sujetando su cabeza con la mano libre. Sus lenguas se rozaron un instante y ella sintió la sangre ascendiendo por todo su cuerpo, el corazón acelerado, el deseo... sabía cómo alimentarlo. Pasó una pierna por encima de las de él y volvió a sentir el orgullo de la victoria. Necesitaba tener aquello dentro ya.
- Espera. - Él se separó un poco y la miró a los ojos. Eran enormes, eso era lo que le había llamado la atención en cuanto se la presentaron. Creyó ver algo allá escondido. Luego la conversación se fue animando por el alcohol, hablaron de sus trabajos, de un par de amigos comunes y de unos cuantos enemigos compartidos. Pero fue aquel pozo de preguntas que escondía en la mirada lo que le atrajo. - Sé que está triste por sus hombros, porque se sienta en una cama y porque apenas le vemos los ojos escondidos en la sombra. Sé que está triste porque nadie se rodea de maletas en una habitación sin estarlo, porque si llegas has dejado algo atrás y si te marchas vas a dejarlo. Quizá el papel no esté en blanco, quizá Hopper lo dejó así para que nosotros lo llenásemos, quizá es una carta de despedida, quizá es una carta de confesión... No hay pluma ni tinta, si está en blanco de verdad, ¿cómo coño va ella a escribir? Sé que está triste porque está sola y, no te engañes, los vendedores de humo de la psicología te enseñarán que todo depende de nosotros, que hemos de ser fuertes sin contar con nadie, que podemos hacerlo... pero es mentira, estar solo es estar triste, y ella lo está.
- Pero tú no, y quiero que me folles ahora mismo. - Se colocó sobre él despacio y recibió su sexo con un gemido. Calor, piel, sudor, deseo, placer... el diccionario debería incluirlas como sinónimo de fusión. Las manos de ella sobre la pared, casi derribándola en un orgasmo. Las manos de él rompiendo sus caderas mientras se deshace.
Desnudos y sin sábanas, dos estatuas recuperan el aliento.
- Eres un tipo muy raro, joder... ¿Quién carajo es Hopper?
- Un mirón.
- Entonces es un enfermo, podría vivir un poquito. Los mirones me dan asco.
- Era.
Se levantó y se asomó a la ventana. Afuera la vida seguía detrás de otros muros. Vio a una mujer preparando la comida en la cocina, un chaval de unos quince años colocaba el edredón precipitadamente al otro lado de unos cristales, un tipo que vivía solo se dedicaba a recortar unos setos de ángulos rectos enfermizamente trazados. Su voz sonó a mujer semidesnuda sentada en el borde de la cama.
- Márchate, no quiero volver a verte.
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