que abres heridas descosiendo con palabras,
yo soy un ejército lejos de casa, sediento de tu cuerpo y de tu sangre.
Y en este infierno en que crece algo más que amor y odio, hoy...
hoy ha crecido un poco la pena con la tarde.
Me he roto el cuello mirando atrás,
después de partirme la cara con lo que tengo delante.
Perdonaría tus deudas pero ya me debes
un autobús verde en su parada, su marquesina roja
y el ochenta y cuatro, por cierto, de la carne que te cubre.
Y en plena usura también pienso cobrarme
la gota de miel que se quedó en mi cama
saltando de entre tus muslos, tan cobardes.
Mientras tanto vuelo en avión y cojo el metro,
trabajo, escribo, me desnudo, me desnudan,
camino entre orgasmos con alma de vientre,
de mente enferma de lepra, de pensamiento.
Y a veces soy Dios y a veces nada,
mi tejado en la escombrera, o un billete de tren a la Toscana.
Y ahora te rimo en participio pasivo,
porque me da la gana,
porque esta noche te cambio por Guinness bien tirada,
por piernas que me sigan,
por cualquier batalla ganada.
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