Esta mañana he ojeado el periódico, y en un impulso ausente desde hace años, he buscado la página del horósocopo. La mayoría de las veces que lees esas cuatro o cinco líneas te das cuenta de que podría haberlas escrito cualquier mono sobre un teclado en el que cada tecla corresponde a un tópico... "Te enfrentarás a problemas en el trabajo, pero con paciencia los superarás", "Fantástico día para el amor, cuida de tu pareja", "Alguien que no esperas te dará una sorpresa inesperada"... Gilipolleces, engañabobos, frases que se pueden aplicar a cualquier imbécil que camine erguido, hasta a mí. La futurología es como el futuro... no existe. Pero hay días en que te despiertas agotado, uno de esos en los que no recuerdas lo que has soñado cuando abres los ojos, y en los que la rutina, el otoño y las ganas de mandarlo todo a tomar por culo te traen el desayuno a la cama y se quedan a tus pies y se descojonan. Existen días en los que escuchas esperanzado a un testigo de Jehová que te has cruzado, que te ha sonreído, que te ha desplegado su encanto y no sé qué folleto infame cargado de preguntas y respuestas y mucha biblia, por supuesto, que te ha dicho que tienes la respuesta delante de tus ojos, capullo, y que sólo necesitabas leer esto... ¿acaso no te habías dado cuenta? Y te dices, "¡Carajo! ¿Tan fácil era?", y lees por encima porque lo que tú quieres son respuestas, y que te digan que todo va a ir bien, y que el despojo del espejo es un pardillo y no eres tú, y te despides educadamente porque tienes trabajo, y arrugas el panfleto y lo tiras al suelo, sí sí, al suelo, con descarado incivismo, aunque lo que te apetece es arrojarle esa mierda a la cara a semejante comercial de la basura antitransfusión.
Pues bien, como te iba diciendo, cuando he llegado al trabajo y he visto encima de la mesa el periódico, gratuito, por supuesto, que los de pago no los abandona nadie que la cosa está muy mal, pues lo he ojeado y me ha dado por buscar el horóscopo. Y tenía intención de leer también el tuyo, por aquello de que ojalá te vaya todo como el culo, aunque el tuyo era estupendo y eso hay que reconocerlo. He pasado página tras página, de atrás a adelante, como se debe hacer todo en esta vida, rastreando el cangrejito de cáncer y el jodido escorpión que siempre te ha retratado aunque yo no me diera cuenta... y no estaban. ¿Qué han hecho con mi futuro? ¿A qué estúpido director de publicación gratuita se le ocurre eliminarlo? ¿Cómo se atreve a jugar con las esperanzas del ser humano indefenso que viaja en metro, o sea con las mías, como si fuera un aciago demiurgo presidiendo su mesa de juntas?
He corrido a la máquina de agua como si llevase meses en el desierto, que los llevo, y he llenado dos vasos helados, el primero me lo he volcado sobre la cabeza y el segundo sobre el gaznate. He de admitir que me he sentido mejor, pero que algún compañero me ha mirado raro y que poco después he escuchado susurros en el despacho de mi jefe con mi nombre y la atribución de algún tipo de demencia desconocida, que esperaban, muy amables, que fuera temporal. El caso es que me han despedido, por algo de cuidar a los clientes y de no sé qué gota que ha colmado el vaso, otro que no era el mío, y... ahora que lo pienso, no sé si ha sido hasta mañana o hasta nunca, pero sí recuerdo un cuídese mucho. Lo cierto era que aún me estaba imaginando, admito la intención homicida, retorciendo el pescuezo de una vidente fantasmagórica mientras le susurraba al oído... "devuélvemelo".
Y ahora estoy aquí tumbado, algo apaleado y bastante vacío, arropado con una manta de las gordas porque el otoño ya me viene frío. Y querría quedarme dormido pero no puedo, porque, como el escorpión de la fábula que atraviesa el río a lomos de un elefante y lo pica a medio camino a costa de ahogarse ambos, me has clavado tu aguijón y nos hemos hundido. Y también como él, simplemente lo has hecho porque eres lo que eres, y tu naturaleza te obliga, y yo soy lo que soy, y tenía una grieta en la armadura, y no sé cómo coño la encontraste. Lo que me enferma es no poder olvidarte, seguir echándote de menos, y que este puto mundo me parezca deshabitado sin tu veneno... y sin mi futuro. Y ahora, si me perdonas, voy a mandarte a lo más profundo del infierno, a que vayas a joder a mi querido Mefistófeles, al que compadezco, y después me voy a comer una caja entera de bombones de licor, porque a ti no te gustan.
Amén.
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