Eres una princesa de cuento,
asomada en tu torre me miras desde arriba.
Tienes los ojos viciados de altura y te crees
que no estás encerrada.
Te crees que mirando mis hombros desde allá,
sintiéndote inalcanzable, no estás sola.
Eres tan ingenua…
No comprendes nada, tu melena no llega al suelo,
no existen los príncipes que te rescaten,
sólo los tipos que escriben borrachos
los miércoles por la noche antes de…
antes de morirse por tu ausencia.
Y son esos los que se arrancan un trozo
de su propio cuerpo para dártelo.
Eres tan desagradecida…
Pesas el dolor como si fuera una pluma,
y no ves que tu báscula está podrida.
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