Iba a contarte una historia. Una de alguien que no se va pero que no se queda, que vive a medias dentro de otro. Una historia de lágrimas y de mala hostia, de sudor no derramado, de amor con mayúsculas, de celos… La historia de la oscuridad profunda, de ésa que es fría y sin interruptores, de vísceras contraídas y gargantas cerradas. De sexo en solitario pero con otra, de orgasmos y pechos desnudos que no tiemblan en las tripas. Una historia de sábanas manchadas, incluso de nostalgia y de impotencia… de casas frías con sillones enlodados. Lo juro, iba a contártela. Tiene dolor y salpicaduras de placer… putas gotas que no te mojan lo suficiente, que se caen y se resbalan, que no dejan marcas en la toalla. Duchas de agua caliente con una erección sin su cuerpo, caricias de piel podrida por el tiempo. La historia de un cuerpo pálido que se pone enfermo, se descompone y apesta, que se muere sin gritar, como un cobarde resignado. De un recuerdo cabrón, y de otro, y de otro… Y también tiene silencios, y palabras digeridas sin su propio vómito. Palabras… y más palabras. Hay deseo y urgencia, y desatinos, y un jodido destino que se curva. Hay distancia y hay presencia, y hay rencor y hay cariño. Y hay pasión, lo juro, y cristales rotos y regalos, y labios y dientes y ojos y lengua. Piel tatuada y deseo, y calor, insultos y te quieros. Y no existe el final porque no existe, y no existe el odio porque no existe. Es un laberinto sin alcohol y sin drogas, sin minotauro y sin hilos, con sangre en las venas que se hinchan buscando, que a veces encuentran, que a veces gritan, que a veces se vacían. Iba a contarla, lo juro, pero es mía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario