viernes, 21 de marzo de 2014

XVII

Vas y vienes,
te mueves constantemente y sobre ti misma,
como esas tormentas que enseñan en los mapas
después de las noticias.
Solo que cuando tú te marchas
llega el frío
y la lluvia,
y todos los cielos grises de tiempo perdido mientras te espero.
Y a mí me gusta la lluvia,
y empaparme,
pero también me gusta el verano contigo.
Rozar tus pies bajo la mesa,
tomando una cerveza en Latina.
Que me rodees la cintura con tus piernas
sobre la encimera desnuda de la cocina.

Y aquí tocaría escribir
esas palabras dulzonas desenterradas de Bécquer,
ese almíbar farsante
que decora, casi siempre,
la realidad de un buen poeta.
Cuando la realidad es que te necesito con violencia,
que necesito romperme,
que te quiero,
pero también quiero follarte.
Que me encanta el olor de tu pelo sobre mi almohada,
y tus ojos de madrugada, es cierto,
pero también cómo circula la sangre por las venas de tu cuello
cuando me arañas la espalda mientras te corres.

Aunque como vas y vienes
moviéndote constantemente y sobre ti misma,
si quieres podemos olvidarnos de todo eso,
vestirlo sólo de anhelo y nostalgia,
de piel suave
y de Pessoa
y Benedetti.
Si quieres puedo engañarte y hablar como ellos,
si quieres puedo hacerlo para que te quedes.






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