domingo, 13 de julio de 2014

medalla de plata

Puede que al final acabe hablándote de la luna,
lo sé,
la habrás visto,
la he usado de faro en pausa para llegar a casa.
Puede que sea después,
cuando ya no encuentre el modo de arrancarme las ganas.

Pero ahora que me miro las manos sin reconocerlas,
que se me ha olvidado
la razón por la que no te tocan,
que se detienen sobre el papel sin saber cómo no hacerlo
y son gatos callejeros rebuscando en la basura
de las palabras usadas...
ahora
lo único que intento es detener la hemorragia.

Y estoy cansado.

Le pongo presas a la sangre,
lo prometo,
pero es que en cada pulso se me llenan,
y si no abro las compuertas me inundo,
y peso,
y me quedo inmóvil,
y si no bato las alas voy perdiendo altura.

Y sólo puedo verte desde aquí arriba.

Así que lo tiño todo de rojo hasta que ya no me quedan fuerzas
y después
me tumbo en la cama pálido,
esperándote.

Y en todas las habitaciones en las que no te encuentras
me muevo como un enfermo,
y en las aceras,
y en los vagones.
Vivo entre cuatro márgenes, y lo demás
es un decorado de función de fin de curso,
personajes secundarios.

Me jode que no estés mirando la luna conmigo esta noche,
es como una medalla de plata,
como si esta vez
hubiese ganado el segundo.

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