Sólo se trata de encontrar las palabras,
de sacarlas de su escondite,
de usar una pizca de tu propia carne como cebo para hacerlas salir.
Es entonces,
cuando husmean la verdad,
cuando aparecen y se ponen de tu parte,
y te ayudan a construir un laberinto
para encerrarla a ella en los espacios en blanco,
para colgar su ropa de cada punto
y seguido.
Parece sencillo, ¿verdad?
0 comentarios:
Publicar un comentario