A veces simplemente lloras, por nada, o por todo, ¿quién sabe? Quiero decir sin un solo motivo pero con toda la razón. Te tumbas mirando el armario del fondo de la habitación y todo está en silencio. Y mientras otros duermen tú no respiras oxígeno sino pena y, claro, no puedes dejar de respirar, y cada trago de aire es un poco más pesado, y por algún sitio se te tiene que escapar, que no sabe estar encerrado.
Así que salen en silencio y de la mano, como buenos compañeros de parvulario, una tarde en la que vuelves a ponerte el pañal. Todos están ahí, los sueños rotos, las canciones, aquellos perros que se marcharon mientras los sujetabas, como si pudieras robarles el miedo, una lata de coca-cola, los poemas...
Se turnan para salir.
Un balón de reglamento blanco y rojo, un ajedrez de piezas de madera y un tablero cubierto de cristal. La persona que te enseñó a jugar y a hacer trampas, y aquel viaje y aquella niebla, y el tequila, y las bragas que llegaste a bajar, charlando con las que nunca se desnudaron las noches del piso de Alonso Cano.
Quieres parar pero no puedes.
Te levantas al baño y metes la cabeza en agua fría como si necesitaras despertar, y en el espejo está tu primer paciente que ya no tiene cara, y una noche en vela que nunca se te ha olvidado. En las manos tienes letras y halagos, y por más que te enjabonas no se marchan, son gusanos entre los dedos, los sacudes... y luego les dejas en paz.
Cuando vuelves a tumbarte se acuestan contigo todos esos que siempre están, y tú sin dejar de defraudarlos. Y los que tuvieron la decencia de marcharse, o la ocurrencia de morirse un día, así, sin darte tiempo a pensar, llevándosete pedazos. Tienes heridas en los brazos y en los hombros que susurran historias, y tatuajes, y lunares que no son tantos si no es ella la que los cuenta, y venas hinchadas de latir. Y un techo blanco con esquinas, y barro en el jardín y hielo cubriendo las aceras que te llevaban al colegio... y está aquí, en pleno julio.
Y también hay vacíos y mañanas y el mes que viene, quirófanos, barcos, carreteras...
Y tú sin saber quién eres con todas las piezas del puzzle supurando.
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