Ahí están... vienen todos en fila... son legión, como el maldito diablo. Atacan siempre a la misma hora. Una leve incursión entre mis filas al despertar, pocos disparos, y el grueso del ataque por la noche, cuando las defensas empiezan a acodarse para dormir en las trincheras del cansancio.
Un ejército entero de palabras tuyas y anhelos míos en formación, entrenadas y entrenados durante nueve meses para matar, adiestrados por el hambre, en el desierto de distancia salvable que nos separa... no hacen ningún ruido.
Siempre odié tu carpe porque el diem no era mío.
Ya ves... anoche soñé con trenes que perdía, corría entre mil andenes que tampoco eran el mío y les veía partir desde Atocha. Antes de despertar me subía a un vagón equivocado y caminaba por los pasillos preguntando si paraba en una estación con tu nombre.
No lograba entender las respuestas, me hablaban en un idioma desconocido.
Al asomarme a las vías te veía pasar, al otro lado del cristal, en un cercanías pintado a spray con la palabra (DES)esperanza... Que le den un altar a la acción poética de ciertos grafiteros oníricos.
Lo sé... un sueño edulcorado por esta tristeza absurda... de los que sabes que odio... y es tuyo. Así que te lo cuento en alto porque te necesito a solas, porque no había amanecido y he tenido tiempo de apuntarlo mientras esperaba... porque el único calor al que dejaría borrarlo es el de tu cuerpo sudando contra el mío.
El tipo que quería joderte en esta misma cama, anotando tu imagen para no olvidarse de que te has ido.
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