viernes, 4 de abril de 2014

suicidio preventivo

  Fue un intento de suicidio preventivo.
  Te lo propuse metido en la bañera, mirando el espejo empañado por el vapor que se desprendía del agua, tan caliente como me había dado por imaginarte.
  Junto a mí, sobre la taza, estaba colocado todo lo necesario... un cuaderno nuevo de tapas negras y páginas en blanco recién afiladas para cortarme las venas, y el viejo bic cristal para sangrar como dios manda.
  Marqué tu número en aquella posición indecente, ensayando cómo despedirme de ti y de nosotros, imaginando el momento con el sufrimiento previo del que nunca ha aprendido a ganar, dándote un solo beso en la mejilla y mirándote mientras te alejas... admirándote por última vez en ese colosal movimiento de caderas diciéndome adiós.
   Pero un giro absurdo, un ataque de suicidio preventivo, como el mío pero al revés, te llevó a decir sí. Y nunca habías sabido, hasta hoy, lo cerca que estuve de morirme por ti en una hemorragia de palabras tristes, desnudo bajo el agua caliente para que doliera menos.
   Cuando colgué el teléfono estaba tan excitado que tendrás que perdonar que me tocara.

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