Cada vez que me siento a escribir y no me sale nada, acabo recurriendo a ti.
Acudo a tu rastro de segundos detrás de la puerta cerrada, a tus huellas sobre mi pared.
Por eso he colgado un cartel de inspiración en venta en el cabecero de mi cama,
para que cualquiera de esas manos que me tocan desnudo sobre el colchón,
pueda firmar un contrato indefinido de musa improvisada.
Así podré liberarme para pintarlas con ninguno de tus colores.
Así podría, si me desviara,
ser denunciado ante el juez,
que dictaría sentencia de silencio
basándose en un papel notariado en que se venden palabras.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario