Me pregunto por qué no lo intentas.
Por qué no cerramos este prólogo de callejón estrecho por el que caminamos
y nos sentamos frente a la máquina de escribir a empezar por el primer capítulo.
¿Quién sabe cómo va a acabar una novela mientras la escribe?
Podríamos crecer,
podríamos volver Madrid del revés
o terminar sentados en la cocina cenando una sopa fría.
Podríamos ser nosotros
o un accidente.
¿Crees de verdad que a mí no me da miedo?
Mírame.
Guardo más esquinas desconchadas que medallas de oro,
me están empezando a salir arrugas alrededor de los ojos de fingir que sonrío,
incluso todavía arrastro una leve cojera desde la última caída.
Trato de disimular miradas clandestinas a tus muslos,
me gustas más cuando tropiezas
que cuando te imagino desnuda sobre mí,
y me finjo que no me importa.
He hecho voto de castidad programada hasta follarme tu mente.
Mírame.
Estoy harto de vivir la vida a tirones,
he prometido dejar de fumar si me cambias el humo por tu boca,
me muero de insomnio,
me muero al espejo.
¿De verdad crees que a mí no me da miedo?
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