Cuando venía conduciendo a casa,
he empezado a repetir al revés tu nombre
como muestra de rebeldía...
y bueno,
ya sabes...
me ha dado lo mismo.
Y aquí sigo ahora tumbado entre Pereza y Calamaro.
Hace un rato la noche y yo hemos acordado desnudarnos de todas las nubes,
ella me enseña la luna menguando y yo paso un poco de frío.
Y todo porque ya no me sirve el escapismo fingido contigo,
porque tampoco se me dio bien jamás
lo de ocultar media baraja en la manga del abrigo.
Así que es una de esas noches en las que puedes preguntarme lo que sea,
no tengo un sitio a donde ir,
ni ganas de cobijarme,
ni la más remota intención de alejarme de tu ombligo.
Hoy estoy desencuadernado, subrayado,
anotado a lápiz en los márgenes.
Y como estoy bebiendo uno doble de sinceridad sin hielo...
lo admito,
soy ambiguo adrede,
y la mayoría del tiempo escondo la verdad
en el espacio en blanco que separa los renglones.
Pero joder...
eso ya lo sabes,
escribo en clave de fa para tocar los cojones.
Hoy me ha dado por esconder tu nombre entre seis líneas y empezar por ahí,
como mirándolo al espejo,
será cierto eso de que te siento lejos de aquí.
El resto del día no ha sido más que una lluvia de fragmentos congelados
de mi vida contigo a metro y medio.
Y yo empapado como siempre.
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