miércoles, 14 de mayo de 2014

En otra habitación, mientras estudias...

Me acabo de colgar el mapa de tu espalda en la pared.

Llámame enfermo.

Me lo he dibujado a lápiz de memoria
usando la fotografía mental que te hice anoche mientras dormías.

Bendita sea tu alergia a los pijamas
y mi habilidad urgente de bajarte las sábanas sin despertarte.

Cuando no estás me entretengo en estas cosas.

En cambio,
los días que regresas buscando un respiro,
los días que te escapas para desencadenarte de apuntes, bibliotecas y exámenes quemados,
cuando te espero en la escalera del metro
para acompañarte en tu tregua pasándonos antes a por la cena,
cuando el destino es un polvo
y tú desnuda en posición de loto comiendo sushi sobre la cama,

esos días,

prefiero ahogarme en tu saliva,
prefiero contar con los dedos sobre tu ombligo los segundos que nos quedan,
escribirte una lista de deudas en el espejo del baño mientras te duchas
con la cuenta de todos los orgasmos que me debe el verano.

Prefiero tus ojos marrones con ojeras mientras mastico tu presencia
antes del instante en que vuelves a cerrar la puerta
y me quedo mirando tu nombre en el colchón.

Y a veces me tumbo en tu lado de la cama y dibujo en el aire tus caderas.

Te imagino sentada en el vagón volviendo a clase,
y me jode el silencio,
y este maldito paréntesis académico que te secuestra en mayo,
que te esconde en las tripas de la ciudad,
que no me deja despeinarte contra la pared entre tus piernas,
que me separa de tu voz,
de las marcas de tus uñas en la nuca,
de esa forma de temblar que tienes a veces cuando me acerco.

Mientras tanto me lleno un cajón con tus recortes,
aparco algunos versos en la papelera,
y me enciendo un cigarrillo mezclado con tu olor
inventándome esta nueva enfermedad terminal que es de echarte de menos.










0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;