viernes, 23 de mayo de 2014

Enviado

Y allí estoy yo con toda aquella gente, con Nirvana a toda hostia, rodeado de amigos y agregadas de encuentro fortuito, cerveza, marihuana, un tipo con un sombrero y unos cuantos vasos de plástico a medias, aderezados con desesperación y patatas fritas.
Alguien canta a pecho descubierto en el balcón sin quitarse las gafas de cagarse en el mundo, que son las de sol a las tres de la mañana.
Y yo tratando de explicarle a alguna lo que significa retazo y cómo meterlo en veinte años de Sabina.

Es entonces cuando noto la descarga de soledad recorriéndome la columna, como una amante despechada, como el dueño del perro pegando un tirón a la correa cuando va a mear en la esquina equivocada.

- ¿Qué te pasa?

- Tengo frío, voy a por más hielo.

Y me escondo en la habitación a fumarme un cigarro de los de ausencia, de esos en los que el humo sale de la boca en una nube densa, como si pensara, y se va transformando en mil figuras sin forma hasta que se parece a tu cuerpo. Y cuando estoy a punto de encender el segundo, el que te dibuja en mis pulmones escondida detrás de la distancia, tengo que echar al tipo del sombrero y a su amiga encontrada que andan de cacería en busca de cama.

- ¿Qué te pasa?

- En esta cama, en media hora, no se folla.

Y cuelgo el no molestar que robé en el hotel de Granada, y me tumbo, y me pregunto el por qué de esta emboscada a estas horas de la madrugada si sólo estaba siendo cortés. Antes de que pueda pensar tengo el teléfono en las manos y la app ésa de los mensajes abierta.

Tengo tantas cosas que decir que se entierran unas a otras en un proceso de combustión espontánea. Me tiemblan los dedos y la garganta, puede que te moleste, que te despierte, que hagas una mueca de hastío al ver la pantalla en lugar de sonreír, de sentirte halagada. Puede que estires el hilo un metro más, que lo rompas.
Puede que no esté borracho pero lo parezca, que creas que sólo el alcohol me desata las cadenas de la lengua y las del pecho, o que las confundas con las de la entrepierna.

Puede que puedan tantas cosas que bajo las escaleras y el aire viciado de esta ciudad apesta como mis ganas.

Al menos las calles están en silencio, al menos puedo escuchar mis dedos marcando las letras fusionando obsesiones y vacíos...

"¿Estarías aquí si fuese el puto Cortázar?"


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