no sé de qué color vestir la despedida,
quizá del mismo de los andenes de Atocha
poco antes de amanecer,
o el de un asiento de tercera enlatada
en uno de ésos de Ryanair
en los que no te dejan embarcar sin sobrecosto
más de 55 por 40 por 20 centímetros cúbicos de alma.
a veces se me aparece translúcida,
como mirando detrás de lágrimas,
otras del luto riguroso del the end en blanco y negro
después de Bogart,
o en letras de imprenta en la última página
este adiós se terminó de imprimir
a dos centímetros escasos de mi sueño.
en alguna ocasión la he visto desnuda
cruzando las calles de esta ciudad caótica
y la he confundido contigo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario