Hace años conocí a una chica
a la que todos le habían dicho que el mundo le quedaba demasiado grande.
No sé por qué estaban tan hambrientos,
por qué se alimentaban de sus lágrimas,
por qué acristalar tras ellas unos ojos como aquellos
tan verde aceituna.
Me pasé una vida intentando sacarle de la cartera aquel pasaporte falso,
cruzamos juntos un océano,
nos aislamos sin apenas playas donde tomar el sol,
nos peleamos,
nos quisimos,
nos odiamos,
nos perdimos mil veces por las aceras,
y poco a poco nos hicimos mayores.
Nos aprendimos nuestros cuerpos de memoria
mientras sustituíamos la foto de su pasado.
Algunas veces nos agotamos jugando al ajedrez con sus captores.
Nadie nos dio clases de quererse,
así que fuimos improvisando.
Y cuando nuestro camino dejó de ser el mismo éramos tan grandes,
que no nos hace falta más que girar la cabeza para cuidarnos.
Y a mí me gustaría escribirle algo mejor,
pero esta noche no me sale,
no puedo dejar de mirar esta terca mancha de cariño sobre el pecho,
que si no es eterna
se le parece bastante.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario