sábado, 17 de mayo de 2014

Me quedo contigo

Pasa que a veces vuelvo a casa con el estómago cargado de segundos no vividos,
como si me hubiera tragado las piedras desprendidas de todas las aceras.
Que dejo de ser caballero andante y llanero solitario al mismo tiempo,
y me quedo en un saco de huesos calados por las putas tormentas que le faltan a este verano.

Y el insomnio me espera para ponerme el pijama
y desearme las malas noches
y cantarme una de ésas tristes de Sabina para ver si me desvelo encogido.

Ya que estamos por joder... jodamos.

Y cuando abro la puerta tengo los platos sin fregar y la vida sin hacer,
y una maraña de promesas incumplidas
metidas en el mecanismo del reloj de la cocina.

Y no me quedan más huevos que subir las escaleras
para intentar llegar a la azotea,
por si desde allá arriba puedo distinguir tu forma de caminar
de entre toda esa gente que no me interesa,
con sus paraguas y sus gabardinas de rutina a cuestas.

Esas noches abro el cuaderno y en lugar de describirte
copio tu nombre cien veces
como un penitente esperando la resurrección de la carne.
Firmo un contrato con la soledad y con la pena
que expira en el mismo instante en que decidas dejar caer el tirante izquierdo de tu camiseta.

Esas noches como ésta,
necesito más tu boca que follarte,
y eres un beso a nivel sin barreras en el que me quiero quedar dormido.

Aunque me lleves por delante.

Se me olvida tu cuerpo y me quedo contigo.

Vuelvo a tener miedo de perderme.






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