lunes, 16 de junio de 2014

4VI

Se me ha acusado de cobardía, 
de odiar a las gatas en celo, 
de no ser un hombre. 

De esconderme en la capucha de las palabras escritas,
de no ocultarme,
de no escapar nunca,
de correr.

Me han leído a la cara mi adicción a los puntos de inflexión, 
a los suspensivos, 
a los suspendidos. 

Se me ha atribuído sinceridad sin escrúpulos,
mentiras sin tapujos,
insensibilidad 
o vivir a flor de piel cuando hasta el viento te hace daño.

Y silencio, 
palabrería,
impostura,
certeza.

Me han llamado poeta,
cerdo, 
genial,
calienta coños.

Me han acusado de perdedor por provocar el final,
de no acordarme de nada,
de no olvidar.

Hay quien dice que lo hago todo trascendente,
otros que no hablo más que de lo que no importa.

Me han descrito en su catálogo como amante vulgar o brutal
según el color de las sábanas.

Tienen razón.

He sido, 
soy.

Punto.



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