lunes, 23 de junio de 2014

La X no siempre marca el lugar

Definitivamente soy un fracaso. Me he limpiado la casa entera perseguido por una gata empeñada en morderme las piernas a falta de las tuyas y, al terminar, se me ha ocurrido ser un escritor serio, y ponerme una copa de vino para buscar en el fondo las frases con las que contarte todo lo que me apetecía. ¿Sabes cuál ha sido el resultado? Un tipo dormido, casi inconsciente en el sillón a los cinco minutos, absolutamente k.o. por un golpe bajo de eso que embotellan fermentado después de pisotearlo por aquí cerca. Nunca he entendido el glamour del vino.

Lo jodido es que nunca me había pasado con la misma copa llena de cerveza fría. Está claro que no son las pelirrojas las que me inspiran, sólo me cierran los ojos. Ha sido la demostración palpable y metafórica de algún tipo de karma extraño.

Y lo que ha pasado después es que me he despertado cuando volvía a ser de noche, que no recuerdo siquiera lo que he soñado, que me ha tocado las narices perderme el atardecer contra las paredes naranjas de mis vecinos, y esa forma absurda que tiene el mundo de seguir girando cuando no estás.

Y ahora vuelve a ser por la mañana a las doce de la noche, y no pienso beber más vino, ni abrir una cerveza, ni dormir.

Voy a pasarme la madrugada poniéndote en los labios las letras de todas las canciones que voy a encontrarme, empezando por Amaral y su puta manera de decir las cosas a veces. Quizá no necesite más que marcar repetir una en la pantalla, ya sabes que me gusta exprimir los tesoros que me desentierran sin X en el mapa.

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