¿Qué pasa con las historias que nunca se escriben?
¿Dónde van?
Envejecen encerradas entre todo lo que no empieza,
forman nubes grises de oportunidad.
Yo puedo capturarlas,
darles forma, amasarlas y hornearlas para obtener pan.
Son mi único alimento.
Puedo hacerlo para ti.
Puedo escribirte un viaje sin excusas,
sin endulzar,
con días en que me odies y te vistas las ganas de quedarte,
con billetes tren,
confesiones,
con clítoris,
con ningún paraguas...
Con heridas que se cierran sentados en un bar.
Podríamos cruzar a nado dos pronombres tú y yo.
Calentarnos los inviernos echando al fuego tus miedos,
enterrar los míos en cualquier altar
que fabriquemos a golpes de colchón y metáforas.
Podríamos manchar el mundo,
detenerlo,
y si te quieres bajar
yo piso el freno del hambre.
Podríamos ser un instante
o la maldita eternidad.
Firmar el prólogo.
Seguir adelante.
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