He empaquetado todas mis cosas en cajas de cartón,
mi ropa,
mis libros,
mis palabras,
un cuaderno gastado de anillas
que sujetan algunos recuerdos a mano,
un puñado de sueños apagados
entre las colillas,
tu nombre.
He descubierto al fin
que las despedidas se visten con letras de insomnio,
de paredes desnudas,
de habitaciones huecas,
del vacío de tus piernas
al que acabo de comprar el destino esta madrugada.
He recogido el alambre de funambulista
que unía tu cuerpo y el mío,
sin red,
sin pértiga de besos para mantener el equilibrio,
con lastre de silencio
en todos los bolsillos.
Vaciaré el cenicero de tus cenizas
mañana antes de marchar,
te dejaré una nota colgada en la puerta
por si te atreves a buscarme,
la factura de querer llevarte a hombros si lo necesitas,
de caminar contigo,
de probarnos,
de intentarnos,
de nadar.
Un acuse de recibo de tu ausencia,
no la mía.
Si no voy a ser contigo
seré lejos.
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