Y yo que estaba encadenado al tedio cuando apareciste,
en lo primero que pensé al encontrarte en aquel giro
fue en escribir un puto libro
de ciencia fricción.
Y afilé la tinta y los cuchillos
para comerme más que tu carne,
saqué del cajón dos cuadernos nuevos para empezar a describirte
y las puñeteras musas,
cobardes,
se aburrieron de no poder compararte con nada.
Ni un jodido símil,
ni una metáfora.
Me dejaron tirado en el sillón
como a un saco de huesos pensante,
divagando con qué coño rimaba el color de tu pelo,
la curva
que adiviné bajo aquella camiseta de tirantes.
No me quedó más remedio que buscarte,
ganarme el infierno abrazando el deseo del calor de tu cuerpo,
de tu fiebre.
Me olvidé de la ciencia
y me quedé contigo.
Así que las noches que me bloqueo te hago hueco en el armario
por si te traes algo de ropa.
Tengo el firme propósito de robarte también tu olor.
Y aquí estamos ahora,
tú perdida en cualquier parte y yo
corrigiendo el maldito borrador
de una historia que nunca empieza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario