domingo, 22 de junio de 2014

Pon tú el título

Y vengo a abrir los ojos lejos de mi cepillo de dientes, de mi gel, de mi escritorio. No debo despertarla. Quizá exista una mínima posibilidad de no compartir puntos de vista sobre lo que sucedió anoche, y soy un cobarde cuando siento melancolía de amante hacia mi dentífrico y las manchas del parquet. Prefiero saberlo más tarde, o no saberlo nunca. Prefiero apartar las sábanas en silencio, vestirme en el salón y cerrar la ventana con llave.

En estos malditos veranos ni siquiera el aire de la mañana sirve. Debería dejar de hacer esto, de usar el sexo de los bares como ataúd del sexo contigo.

Debería.

Y dejar de fumar de nuevo, y afeitarme de vez en cuando y no acumular cacharros en el fregadero. Debería dejar también mi adicción a tus heridas infectadas y curarme de una puta vez. Olvidarme de los espejos en los que me planto. Pero es que tengo un corte a lo largo del pecho que me queda de la hostia con la barba y las ojeras y la resaca.

Esta estúpida tendencia a ser Bukowski, o Jesucristo sin estigmas follando por la expiación de tus pecados.

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